En este libro se habla de los "suicidados de la sociedad", los que resistieron hasta el final de su existencia a la sociedad enferma que les tocó padecer, de sus éxitos y sus fracasos, de su autenticidad; de lo que aportaron. Artaud fue perseguido e incomprendido, sometido a encierro... Pero ¿Dalí? ¿No estamos acaso ante el gran traidor que a la vez que transgrede comulga con los verdugos? De un modo atípico, Dalí fue también un "suicidado de la sociedad", y al igual que Artaud y muchos otros, fue expulsado del surrealismo. Los acompañan Pollock y Warhol. Nadie como POllock supo hacer real la tan anhelada -para los surrealistas- pintura automática, y sin naa que ver con el surrealismo ni con el inconsciente ni con ninguna lucubración metafísica, es el artífice de una revolución que ofrece mayores posibilidades azaroso-expresivas que las técnicas surrealesitas. Por su parte, Warhol es la continuación de las propuestas antiarte de Duchamp y la puesta a punto de las aportaciones de Dalí a la cultura de masas. Warhol sirve aquí, además, para mostrar la desembocadura de los artistas que buscan la relación estrecha entre arte y vida.