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Traducir la obra de Kamau Brathwaite no es asunto sencillo. Brathwaite es uno de los autores más libres del siglo XX y parte del XXI. Su escritura es, al mismo tiempo, profundamente lúdica y tremendamente lúcida: una combinación difícil de encontrar. Con el oído pegado al corazón mismo de la lengua, consigue crear una poesía repleta de resonancias, donde cada sonido percute y hace eco, donde conviven coloquialismos y cultismos, donde el ritmo reina sin rivales.
No es simple juego sonoro, sin embargo. El sonido en Brathwaite es trama, es música pensante. Y lo que dice, en una plural variedad de registros, constituye una exploración implacable de la vida en el Caribe, una zambullida en su historia y una crónica fiel de sus vicisitudes sociales en la actualidad. Todo ello punteado y cohesionado por la experiencia individual de un yo que asoma y desaparece, que cuenta su vida de modos oblicuos, para luego sumergirse en la corriente del devenir histórico.
La voz de Brathwaite es múltiple. Y múltiples son en ella las musicalidades, los acontecimientos, los modismos, las expresiones, las experiencias y hasta las subjetividades que arropa. Incluso la tipografía: de ello da fe su llamado Sycorax video style, esa transformación radical que nuestro autor efectúa en la visualidad del lenguaje y que empieza a desplegarse en Black + Blues, precisamente. No en vano fue -es- uno de los grandes poetas del Caribe anglófono. Pocos podrían presumir de haber llevado la lengua a ese grado de tensión o de haber explorado con tanta valentía las muchas posibilidades de sentido que ofrece.
Adalber Salas Hernández


