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Jane McAlevey inicia este libro tomando como punto de partida la experiencia de 1936, cuando la huelga de Flint transformó el sindicalismo en Estados Unidos. Fue la primera vez que los trabajadores ocuparon una fábrica, evitando que los esquiroles entraran y enfrentándose con éxito a la policía que solía desbaratar la acción colectiva. Ello no solo paralizó la producción, sino que también demostró el poder de lo que define como «trabajador integral»: una persona que tiene vectores e incluso identidades distintas al trabajo, que se mueve en comunidades donde su lucha también se ve plasmada y sostenida. McAlevey argumenta que, al igual que entonces, hoy el verdadero cambio solo es posible cuando se construye poder de clase a través de alianzas profundas entre los sindicatos y la comunidad. Este libro es un manual para recuperar una estrategia, socialista, abandonada cuando los sindicatos se alinearon con los intereses corporativos, olvidando el poder que subyace en una solidaridad de clase integral.