Es posible que vivamos en el mundo con más posibilidades de comunicación de la historia y sin embargo nada parece evidenciar que lo normal sea el encuentro entre los seres humanos. La pregunta está clara:
Si la comunicación no nos sirve para encontrarnos ¿de qué nos sirve?
El corazón de muchas personas se hunde en el desierto cuando busca saciar su sed de encuentro. La política, que ha pasado de ser la búsqueda del ?bien común? a considerarse la consecución del ?interés general?, prostituye en sus propios objetivos los fines a los que debiera aspirar. La vida cultural siempre tan atenta a los pesebres y los reconocimientos. La solidaridad que se hace compatible con los perversos beneficios de la banca.
? Todo oscurece la mirada sobre el otro, sobre la realidad.
¿Y las palabras?
¿No somos propietarios y señores del lenguaje?
¿No hemos conquistado el acceso a la cultura?
¿No disfrutamos de una gran pluralidad en la información?
¿No es Internet el paso definitivo en la democratización de la comunicación?
Me temo que no.
Tal vez lo único cierto es que la comunicación es un poder y es por eso por lo que conviene que no se les escape de las manos a los que aspiran a controlarla. Para ello no dudan en empujar el lenguaje a los brazos del mismo relativismo en el que debe vivir (según ellos) el resto de las demás experiencias humanas. Así las palabras significan lo que los poderosos quieren que signifiquen en cada momento. Y si es necesario hay siempre grupos pseudo sociales de objetivo único dispuestos a hacer el trabajo sucio. Esos grupos no dudarán en convertir en derechosos, machistas, homófobos o despreciables a los que no aceptemos sus ?revolucionarias? propuestas lingüístico-metafísicas. Todo sistema que pretende ser totalitario utiliza sus avanzadillas cargadas de apriorismos superficiales con los que apuntan (quiero pensar que sin saberlo) a los que naturalmente serían sus hermanos de lucha.
Y es que el lenguaje es un campo de batalla en el que los seres humanos pasan a ser ?ilegales?, ?daños colaterales?, ?desechos?, ?usuarios?, cifras, cifras y cifras de asesinatos que han de parecer inevitables o el resultado de ajustes de la autorregulación del sistema económico. Lo cierto es que el hambre es un crimen y nuestra actitud suele ser cómplice. Lo cierto es que el hambre tiene solución. Lo cierto es que todos podemos hacer mucho más de lo que imaginamos. Lo cierto es? Y por todo ello vamos a aceptar un lenguaje que nos permita entrar en justificaciones, sirva de falso consuelo a nuestra inoperancia y nos permita romper toda relación directa con nuestra responsabilidad. Hablamos del hambre pero podemos hablar de todos los atentados a la vida. Todos tienen a su servicio un lenguaje corrupto cuyos principales mensajeros son los grandes medios de comunicación.
Frente a ellos y con voluntad de servicio hemos recopilado estas ?palabras a iluminar?. Su utilidad dependerá de cómo queramos usarlas. Con afán de colaborar con quien desee utilizarlas socialmente ofrecemos algunas pistas:
Cada día: Una palabra. Al levantarse seleccionar una, llevarla contigo todo el día y dejar que se relacione con todo lo que ves, oyes, lees,? Busca el rostro concreto que la oscurece o la ilumine. Deja que dialogue y se explique en diálogo con esa realidad.
Jugar con dos o tres personas a descifrar sus significados. Ver como cada uno podemos encontrar miradas sobre esas palabras vinculadas a nuestras experiencias. Lo importante es que nos sirvan para poner en común nuestra visión de la vida.
Organizar una exposición en tu casa e invitar a amigos a leerlas poniendo hechos propios o cercanos. Dialogar, posteriormente, sobre la dimensión política de esos hechos.
Pedir la exposición para organizarla en un espacio público.
Llevarla en el transporte público y enseñarla a los compañeros de viaje de forma natural.
PALABRAS A ILUMINAR
Precio: 10,00€
Agotado
Editorial:
Coleccion del libro:
Idioma:
Castellano
Número de páginas:
Fecha de publicación:
2009
Materia:
ISBN:
9789200175732