La categoría de sujeto tiene un estatuto paradójico en el pensamiento contemporáneo al ser condenada a desaparecer y rehabilitada en diversas oportunidades. Ya desde la modernidad tardía parece ser el concepto que con mayor fuerza puede caracterizar ese proceso histórico, político y filosófico llamado modernidad. Si bien esta definición resulta retrospectiva (posiblemente sea kantiana la invención del cogito cartesiano como sujeto), una especie de sentido común filosófico indica que la modernidad se define como época del sujeto, donde desde un esquema de la representación, el sujeto se constituiría como el fundamento capaz de ordenar racionalmente el mundo. Este lugar fundacional atribuido al sujeto nunca termina de estabilizarse como tal, es decir, incluso allí donde se suele ubicar su formulación más acabada, está constantemente sometido a crítica. En cierto sentido, una y otra vez la modernidad socava los mismos supuestos con que funda la categoría de sujeto.