Para envío
Desde mis rincones, observo a los habitantes de la barriada. Veo la carretera ante el bar de mi dueño que se abre a la ciudad. Debajo de mis cajas, veo como pasa el día y reclamo sin cesar la noche. A la sombra de mis muros, contemplo a las mujeres que sacuden sus lomos a diestro y siniestro, a siniestro y a diestro, a diestro y siniestro: veo a una pequeña que amotina el humor de todos los hombres del barrio victoriando su pecho. Desde mis rincones de observación, contemplo a unos hombres casi ebrios que corren a orinar ruidosamente. Veo como se golpean varias veces el bangala, escupen teatralmente en sus orines y corren hacia su jobajo suicida.
Yaundé, en Camerún, y sus barriadas míseras y populosas: Mbankolo, Mokolo, Madagascar. Madagascar y su bar, El Cliente es Rey, que lleva Massa Yo, un ex funcionario mirón de jovencitas. Massa Yo, su esposa vendedora de buñuelos, Mamá Mado, y su hijo Sumi. Pero sobre todo Mbudjak, el perro-humanista olisqueante y contemplador de los mil y un acontecimientos de la calle. Y por fin la calle, lugar donde la palabra tiene su cuna, donde la palabra es reina, donde el rumor crece, donde rugen las revueltas. Tiempo de perro es una novela-himno a los pueblos de África que esperan su vez y su voz, un elogio a la palabra de la calle que forja las conciencias ?donde francés, inglés, franglés, camfranglés, bamileké se mezclan en una sabrosa lengua mestiza.