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«Nunca releo mis libros una vez publicados. Una mezcla de pudor, cansancio y desazón ?por no poder ya modificarlos? me impide hacerlo. Esta vez, sin embargo, la experiencia de relectura me ha resultado grata y sorprendente. Sin yo ser consciente de ello, he comprobado que en esta novela anidaba la semilla de los temas que desarrollaría más tarde, motivos recurrentes en mis obras que aparecieron aquí por vez primera: la ciudad de Cárdenas, la llegada de un foráneo a un mundo desconocido y hermético, la salvación ?o pérdida? de un perro, la paternidad ?o maternidad? encarnada en un maniquí, los centros comerciales como representación del caos, el amor desigual y perverso, la ambigüedad de las relaciones entre adultos y niños, el poder y sus abusos.»
Un incendio invisible cuenta la historia de los últimos días de una ciudad, Vado, que está siendo repentinamente abandonada por sus habitantes. El protagonista es un reconocido geriatra, el doctor Tejada, que llega para hacerse cargo de la residencia de ancianos New Life justo cuando todo el mundo se está marchando. Tejada busca un lugar en el que protegerse de sí mismo y su turbio pasado, pero sus propósitos pronto se verán alterados al conocer a algunos de los singulares habitantes que aún permanecen en la ciudad, como la recepcionista de un gran hotel ya sin clientes, una niña de nueve años o un investigador de los fenómenos migratorios.
Poblada de personajes situados al límite de la realidad, esta novela ganó el Premio Málaga en 2011. Ahora, recuperada en una edición que ha revisado la autora, confirma el hallazgo temprano de un territorio narrativo propio, en un estilo tenso, esencial. Una obra literariamente incontestable que no hace más que crecer: «Sin duda posible, Sara Mesa es uno de los nombres del momento, y todo hace pensar que lo seguirá siendo ?creciendo, acumulando, extendiéndose? en el futuro de la literatura española» (Manuel Hidalgo, El Mundo); «Los lectores nos sentimos atrapados por esta fascinante escritura, que es, a un mismo tiempo, oscura y luminosa» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).