Para envío
Hace unos años, la madre de Didier Eribon fue admitida en una residencia de ancianos. Tras unos primeros meses en los que fue perdiendo progresivamente su autonomía física y cognitiva, la familia tomó la decisión de trasladarla a un geriátrico. El impacto del ingreso fue brutal y, apenas unas semanas después de su llegada, falleció. Tras ese triste acontecimiento, el prestigioso filósofo francés decidió reanudar la exploración personal y teórica que había iniciado en las célebres memorias Regreso a Reims, escritas después de la muerte de su padre. A partir del análisis de la vida y posterior decadencia de su propia madre, en Vida, vejez y muerte de una mujer del pueblo Eribon reflexiona sobre la vejez y la enfermedad, sobre nuestra relación con los ancianos y con la muerte, sobre la experiencia del envejecimiento y sobre las condiciones en las que se atiende a las personas dependientes. Llega a la conclusión de que todo esto se considera una experiencia límite en la filosofía occidental, que parece tener naturalizada una exclusión de la vejez. El brillante relato también nos invita a una necesaria reflexión política: ¿Es posible movilizar a las personas que carecen de movilidad o capacidad de alzar la voz por sí mismas? ¿Pueden alzar la voz nuestros mayores si nadie lo hace por ellos?