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Memorias de una familia pobre, de un pueblo despojado de su memoria, a través de los ojos de un niño palestino de Belén.
«El tono sencillo, casi doméstico, la minuciosidad del recuerdo, la voz que aumenta en corporeidad a medida que avanzan los años, las lecturas y la narración, y la adición de episodios explicativos o, simplemente, ilustrativos de una cultura, hacen de este libro un espléndido y rico relato autobiográfico de un autor que, por fin, puede leerse en nuestro país».
Bárbara Brncic, «El pozo de la infancia», Ajoblanco, 1998
«Ediciones del oriente y del mediterráneo acaba de entregar la joya El primer pozo, de Yabra Ibrahím Yabra (Belén, 1920-Bagdad, 1994), autor que tal vez suene totalmente desconocido para el gran público cuando su valía y capacidad narrativas superan con creces a muchos de los escritores ensalzados como el "no va más" en cualquiera de las parcelas de la sociedad occidental, harta de mirarse el ombligo. Acceder a este libro de "memorias" supone adentrarse en un dominador de la palabra, en el grato zumbido de los relatos orales y en la tradición que, paradójicamente, sabe moderna. Y, además, con la proximidad que fluye del contar autobiográfico, confidencial, que permite entender una época -fin del colonialismo inglés e inicio del nacionalismo palestino- que todavía sacude, hoy día, la realidad de un territorio en violencia. Toda una delicia».
Ramón Acín, «En la esencia de la edición», Heraldo de Aragón, 4/6/1998
«Yabra Ibrahím relata en El primer pozo una suma de experiencias que hoy, en esta España tan aséptica, más pendiente de los tipos de interés que de la educación, resultan casi exóticas, tan distantes como si pertenecieran a un mundo ya superado. Pero ahí, justamente, reside el mayor interés de estas memorias de un niño palestino, en ese valor admirable de la educación, lograda contra toda adversidad y con el peso sobre la espalda de los medios más precarios. Leer El primer pozo, por tanto, es una exigencia, casi una forma de fervor, si no se quiere renunciar al valor terapéutico de la lectura, a la superación de un destino trazado por la pobreza que anticipaba el olvido y que, sin embargo, se doblega ante la fuerza inusitada de las palabras: "Sentado en la estera, oía fuera los patos y el cacareo de las gallinas mientras leía palabras que sentía encenderse en mi cerebro con el fulgor del oro y de las gemas"».
Francisco Solano, «El niño y las palabras», abc Cultural, 12/11/1998
«Un niño palestino y cristiano en Belén bajo dominio británico. Tiempos de identidad usurpada, de memoria en trance de ser borrada de las mentes de los nativos de aquellas tierras castigadas y hurtadas a sus originarios dueños? El niño que cuenta su vida, cuenta igualmente la vida de un pueblo, de su voz que se intenta acallar?, y la vida está llena de pozos que dan agua para aplacar la sed de los pueblos».
Iñaki Urdanibia, «La voz de un niño desterritorializado», Igandegin, 28/6/1998