Tiempo después, precedido por La eterna reiteración es un libro lleno de paradojas y paradójico él mismo. Esas paradojas comienzan desde su propio título (que alude a una posterioridad increíblemente posterior a todo, porque viene precedida ni más ni menos que por la «eterna reiteración») y van desplegándose a medida que el lector va entrando en los diferentes niveles de interpretación que el libro nos ofrece, para culminar en el hecho de que, en último término, el propio libro, extremando la paradoja de su existencia, acabará revolviéndose contra la ley del Libro ?aunque, eso sí, tal vez sólo para confirmar, mediante su impotencia, su inalcanzable superioridad?.
En este libro se incluyen dos relatos, «El idilio» y «La última palabra», escritos por Maurice Blanchot en 1935 y 1936. Los acompaña un texto, «Tiempo después», que, a modo de postfacio, cargado con la sabiduría que da el conocimiento de lo que vino después de haber sido escritos, se encarga de explicar las circunstancias de su realización. Sabemos así que aquellos relatos no fueron escritos para ser publicados, y que sólo lo fueron mucho más tarde, en 1951, con el título de Le ressassement éternel. Título que, traducido aquí por «la eterna reiteración», sugiere aquello que, como una comida que no se acaba de digerir, repitiéndose, no cesa de volver una y otra vez, o también la machaconería de lo que, como una eterna matraca, se repite hasta la saciedad. Pero título en que aún más es cuestión del paso del tiempo ?o de su imposible paso?, el cual, impugnado incluso por esos relatos, les permite convertirse en proféticos.
Sin embargo, y como si no pudieran cesar en su inminencia, les ha cabido a estos relatos ser objeto en 1983 de una nueva publicación, que los ha convertido en más lejanos, en más paradójicos y en más misteriosos. Esta vez se publican con el título de Après coup, précédé par Le ressassement éternel, donde, así retitulados, ahora es cuestión de una vuelta que ya se produce demasiado tarde, cuando ya todo ha pasado y todo el libro ?con su texto en exergo: «Tiempo después»? se propone la imposible tarea de contar, como algo que ha ocurrido, el naufragio total que él contiene y del que él mismo no ha podido preservarse por medio de su escritura.
Por eso, en el momento de volver (tiempo después) hacia lo que en la forma de una palabra profética es anterior a su realización histórica, ya es demasiado tarde tanto para el autor, que definitivamente lejos de lo escrito no puede tenerse a sí mismo por tal, como para la historia nisma y su supuesta facultad de darle un sentido a lo anunciado. Demasiado tarde, incluso, para el relato mismo. Y en consecuencia todo quedará bañado en un misterio que se multiplica:
?El misterio de la última palabra, anunciada en el primer relato que escribe el autor y que le obliga a llegar a término precisamente en el momento de comenzar (o tal vez antes).
?El misterio de la extrañeza en que vive un extranjero, obligado a enfrentarse al idilio de una sociedad diseñada para la obtención de una felicidad exclusiva y excluyente.
?El misterio de un epílogo o postfacio que, al incorporarse tiempo después, se ve obligado a participar del tiempo paradójico del propio relato, llamado a excluirse de la obra (como exergo) desde el momento en que se propone formar parte de ella.
?El misterio, por fin, de un pequeño libro que, en la forma de la reiteración perpetua de su retorno, quiere contener ni más ni menos que la eternidad.
TIEMPO DESPUÉS
AUTOR/A
BLANCHOT, MAURICE
Maurice Blanchot, novelista y crítico, nació en 1907. Su vida está enteramente consagrada a la literatura y al silencio que le es propio. Estas dos escuetas frases han acompañado durante años las ediciones francesas de algunos de los libros de Blanchot. Se podría añadir ahora la fecha de su muerte: febrero de 2003. Nacido en Quain, una grave enfermedad sufrida al final de la adolescencia le dejará secuelas para el resto de sus días y acaso marcará su carácter frugal y retirado. En la Universidad de Estrasburgo leerá a Husserl y a Heidegger en compañía de Emmanuel Levinas, a quien desde entonces le unirá una íntima amistad. Vinculado durante su juventud a publicaciones ultranacionalistas de derechas, donde verán la luz algunos de sus primeros artículos, conoce en 1940 a Georges Bataille, con quien compartirá «el reconocimiento de una común extrañeza» y cuya influencia será decisiva para el decurso futuro de su obra y su orientación política radical de izquierdas. Al tiempo de la publicación de sus primeros relatos y novelas (Thomas el Oscuro, Aminadab), a finales de los años cuarenta, Blanchot inicia una intensa actividad como crítico literario, textos que irá reuniendo en sucesivos volúmenes: Falsos pasos (1943), La parte del fuego (1949), Lautréamont y Sade (1949), El espacio literario (1955), El libro por venir (1959; Trotta, 2005), El diálogo inconcluso (1969) y La amistad (1973). Se trata de una escritura en la que Blanchot cuestiona permanentemente la posibilidad de la literatura, del escritor y de la obra, en una reflexión atravesada por las nociones de lo neutro, la soledad y la «desobra». A ésta consagrará uno de sus últimos escritos, La comunidad inconfesable (1983), en el que se muestra la convergencia de su pensamiento literario y político. <BR><BR>Editorial Trotta