Junto a un esencialismo perceptible en la tendencia a decir más con menos palabras, destaca la carencia absoluta de títulos, lo que refuerza la inclinación de Jiménez Paz a lo ambiguo. Eliminando todo condicionamiento paratextual, ha preferido dejar el campo libre al 'factor sorpresa', a las impresiones que el poema genera espontáneamente en la mente particular del que lo devora, sin que la inserción de representaciones gráficas -doce instantáneas fotográficas en las que una pareja de jóvenes desnudos se entrega a un combate cuerpo a cuerpo- sin aparente conexión con los contenidos poetizados, antes que disipar esa voluntad de hermetismo, no haga más que incrementarla. ¿Son materializaciones antropomórficas de las encontradadas emociones a las que aluden los textos obsesivamente? ¿Imágenes de la violencia que instigan algunas de las imprevisibles aves? ¿Se trata de un guiño al asunto de la relación erótica concebida como un enfrentamiento entre los amantes, según parece sugerirse más de una vez? ¿O quizás habría que ver en las dinámicas escaramuzas un simple ejercicio lúdico, acaso un residuo de la despreocupación y de la inconsciencia de la niñez recién abandonada? Sea cual sea la respuesta, este monumento a la felicidad imposible, metáfora de las aspiraciones libertarias del individuo y de sus quiméricas realidades (en eso creo que se resume la esencia de Tratado de ornitología), está vertebrado por la polivalencia de valores semánticos. Unas veces llamados por su término genérico, otras con nombres específicos, los pájaros, lo mismo que cualquier otro ser volador, ostentan una doble faz. (José Ismael Gutiérrez)