Con Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925), Unamuno se nos revela como uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo. En estos textos, radicalmente filosóficos, situando en el centro de su investigación al hombre concreto, don Miguel viene a prefigurar ?anunciándola? toda la filosofía del existencialismo posterior. Un iluminador estudio preliminar de Antonio Sánchez Barbudo viene a situar y arrojar nueva luz sobre el Unamuno pensador filosófico y religioso. Las contradicciones personales y las paradojas que afloraban en su pensamiento actuaron impidiendo el desarrollo de un sistema coherente, de modo que hubo de recurrir a la literatura, en tanto que expresión de la intimidad, para resolver algunos aspectos de la realidad de su yo. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como «ente de carne y hueso», y la vida como un fin en sí mismo se proyectan en estas dos grandes obras.
DEL SENTIMIENTO TRAGICO DE LA VIDA. LA AGONIA DEL CRISTIANISMO
AUTOR/A
UNAMUNO, MIGUEL DE
Miguel de Unamuno escritor, poeta y filósofo español, principal exponente de la Generación del 98. Esa angustia personal y su idea básica de entender al hombre como «ente de carne y hueso» y la vida como un fin en sí mismo se proyectaron en obras como En torno al casticismo (1895), Mi religión y otros ensayos (1910), Soliloquios y conversaciones (1911) o Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913).<BR> Su narrativa progresó desde sus novelas primerizas Paz en la guerra (1897) y Amor y pedagogía (1902) hasta la madura La tía Tula (1921). Pero entre ellas escribió Niebla (1914), Abel Sánchez (1917), y sobre todo Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920). Su producción poética comprende títulos como Poesía (1907), Rosario de sonetos líricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920), Rimas de dentro (1923) y Romancero del destierro (1927), éste último fruto de su experiencia en la isla de Fuerteventura, adonde lo deportaron por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera. También cultivó el teatro: Fedra (1924), Sombras de sueño (1931), El otro (1932) y Medea (1933).<BR> Considerado como el escritor más culto de su generación, fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda.