Para envío
Un hombre al que en otras circunstancias no valdría la pena mencionar, salió una mañana ?y lo menciono aquí sólo al margen? por una puerta. Todo lo que esperamos ahora es un disparo, un golpe, una caída. En realidad, no es pedir demasiado.
Cuando a finales de la semana pasada, un domingo apacible, poco después de las doce del mediodía un hombre me preguntó por qué desperdiciaba mi tiempo de manera tan irresponsable contando estas historias, le respondí que, a veces, en las tórridas y pegajosas noches del sur, sentí el deseo de? No pude terminar la frase, porque resulta que otro hombre me apartó del escritorio dándome un tirón violento, así que perdí el equilibrio, y también el hilo de esta historia.
Un hombre del que podría contar muchas cosas, aunque creo que no vale la pena hacerlo; un hombre, decía, un danés, les entregó a otro hombre ?otro danés? y a su mujer, también danesa, un telegrama. Y eso, con tal de animar un poco un día normal y corriente, fue justo lo adecuado. La verdad es que no me gustan los días comunes y corrientes. Los detesto.