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AUDRE LORDE (Nueva York, 1934 ? Saint Croix, 1992) es una de las escritoras esenciales del feminismo afroamericano, implacable en su lucha por los derechos civiles, contra el racismo y la opresión de la mujer.
«Escribo sobre todo para las mujeres que no pueden hablar, que no pueden verbalizar porque están, porque estamos, aterrorizadas,
pues se nos ha enseñado a respetar el miedo en lugar de respetarnosa nosotras mismas.
Se nos ha enseñado a respetar nuestros miedos, pero debemos aprender a respetarnos a nosotras mismas y a nuestras necesidades».
El unicornio negro, publicado en 1978, es un poemario que, desde una gramática y genealogía propias, busca explorar la pluralidad de identidades y las opresiones de una mujer afroamericana y lesbiana en los Estados Unidos en la década de los años 70, cuyos temas son tan variados y trascendentales que llegan hasta nuestros días intactos.
Este libro, en edición bilingüe, es el primer poemario de Audre Lorde que se traduce al español.
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Afuera
En el centro de una ciudad cruel y espectral
todo lo natural resulta extraño.
Crecí en una auténtica confusión
entre pasto, hierbajos y flores
y nada era «de color»
salvo la ropa en la que no debía usar lejía
y nadie me llamó negra
hasta cumplir los trece.
Nadie linchó a mamá
pero lo que ella no fue
había blanqueado todo en su cara
menos furias muy privadas
y eso hizo que los otros niños
me llamaran mocosa amarilla en la escuela.
Y cuántas veces me he llamado negra
en la confusión de mis huesos
negra
como médula que implica carne
y cuántas veces me has cortado
vertiendo en las calles
mi propia sangre
¿quién crees que soy
que temes convertirte
o qué ves en mi cara
que no hayas rechazado aún
en tu propio espejo
qué rostro ves en mis ojos
que un día tú
llegarás
a conocer como propio?
A quién maldeciré por haber crecido
creyendo en la cara de mi madre
o por haber vivido con miedo a la recia oscuridad
que lleva la forma de mi padre
ambos me han marcado
con su amor ciego y terrible
y ahora estoy ávida de mi propio nombre.
En los barrancos de sus graves silencios
madre clara y padre pardo
busco ahora mi propia forma
pues nunca se refirieron a mí
sino como suya
y las partes que me hacen tropezar y caer
las percibo aún como prueba
de que yo soy bella
dos veces
bendecida por las imágenes
de quienes fueron
y de quienes pensé una vez que eran
de aquello hacia
y por donde avanzo
y de lo que necesito
dejar atrás
sobre todo
bendecida por mis yos
que han venido a juntar
los añicos de nuestros rostros.