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Ya lo decía David Hume en el siglo XVIII: los animales son seres sintientes al igual que los humanos. Un axioma que confirmó Darwin décadas más tarde al afirmar que todos los seres vivos partimos de un antepasado común y estamos unidos en una única red. La se-mejanza entre las especies y la atención al sufrimiento impulsaron el surgimiento del animalismo y de los movimientos de defensa de animales ya en el siglo XIX. Durante los años 70, la publicación de Liberación animal de Peter Singer y las condenas a la explotación animal de Tom Regan y Gary Francione marcaron un ulterior punto de inflexión en la ética animal. Desde entonces, el término «especismo» empezó a cobrar fuerza y el reconocimiento moral y jurídico de los animales se ha ido imponiendo como una cuestión de justicia, tan importante como las del racismo, el feminismo o la lucha de clases. Este manifiesto, profundamente humanista, participa del debate actual y plantea buscar mejores legislaciones a favor de los animales no humanos en el seno de una sociedad democrática.