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Vivimos tiempos de rabia. De comida y alquileres impagables, de crisis climática, incendios y desastres como la DANA, de tantas otras catástrofes bélicas, económicas y sanitarias. En este estado de permanente crisis y precariedad, de falta de sentido y de futuro, emerge un magma rabioso que amenaza con estallar. La derecha lo sabe bien y su estrategia es canalizar esta emoción contra los de abajo. Mientras tanto, parte de la izquierda renuncia a disputar la rabia, y la retrata como inmadura, peligrosa, contraproducente. Pero la rabia está brotando y alguien la adoptará y dará nombre. Con un pulso incisivo, Oriol Erausquin defiende la importancia de politizar la rabia y cuestionar sus usos y límites. Este ensayo la reivindica como una emoción legítima y movilizadora. Una rabia que no nace del odio sino de reconocer una injusticia. Que no quiere destruirlo todo sino romper lo que nos daña. Que no se alimenta del asco, sino que sostiene la lucha contra el poder que nos asfixia. Porque si el futuro aún es posible, será gracias a quienes se atrevan a organizar la rabia