“Lo único que tenemos de nuestro lado es el poder de la gente. El otro lado tiene todo el dinero y las armas”

Cercano, didáctico, afable y divertido. Así se presentaba el abogado, profesor universitario, y activista Dean Spade, ante las personas que acudieron a escucharle hablar de apoyo mutuo el pasado 10 de junio, en el Ateneo la Maliciosa. El escritor presentaba su último libro Apoyo mutuo. Construir solidaridad en sociedades en crisis. (Traficantes de Sueños, 2022), un breve tratado sobre algo que Spade, curtido en la militancia contra las prisiones y la policía, la lucha contra las fronteras, o el activismo trans conoce bien: la solidaridad surgida entre la gente, la organización horizontal de quienes deciden hacerse cargo de transformar sus condiciones materiales o imaginar otros futuros hombro a hombro con otras y otros como ellas.

Arropado por el activista Lucas Platero, viejo compañero de reflexiones y acciones, Spade abordó, como aborda en su libro, algunas ideas centrales sobre el apoyo mutuo, ilustrado por ejemplos claros de cómo la gente se organiza y colabora, pues entiende que hablar de estas experiencias es movilizador y necesario. Pero también de las dificultades, desafíos y derivas que el apoyo mutuo debe afrontar a veces. Sin embargo, lejos de rendirse ante la represión y el fantasma de las tantas crisis que atravesamos y se avecinan, el profesor de la universidad de Seattle advierte: cuanto más se exige, más se obtiene.

Sostienes que en cierto modo, el primer y complicado paso para entrar en la lógica del apoyo mutuo es entender que el estado, las autoridades, no van a salvarnos de todos los apocalipsis que se vienen.
Sí, creo que para mucha gente es aterrador darse cuenta de que, tal y como nuestros gobiernos están organizados, van a seguir dañando el clima, van a mantener los acuerdos que benefician a las empresas y a la acumulación, y que mantienen a la gente explotada. Es algo que da miedo. ¿Qué pasa si reconozco que no parece que nada de eso vaya a cambiar? Claro que pueden introducir nuevos discursos, decir: nos preocupamos por esto. Pero luego, cuando miras lo que realmente sucede, todo sigue siendo realmente terrible. Entonces sucede una especie de despertar del sueño de que los sistemas de la élite pueden producir el cambio, que si podemos convencerlos lo suficientemente, o plantear la denuncia judicial correcta, o conseguir que la persona adecuada sea elegida, veremos la liberación: eso simplemente no está sucediendo. Y no sólo no está sucediendo, sino que estamos en peligro real, especialmente respecto al clima, pero también como consecuencia de la crisis de la vivienda, la crisis alimentaria, todos estos sistemas en los que vivimos están colapsando.

Darse cuenta de que las instituciones de las élites no van a arreglar las cosas y que todo depende de nosotros puede ser movilizador. Veo esto mucho con los desastres naturales: la gente ve cómo en los EE UU, el gobierno no viene a ayudar a la gente después de un gran incendio o un huracán, la poca ayuda que hay es sólo para las personas que ya tienen la mayoría de los recursos, como los propietarios de viviendas. Pero no hay ayuda para la gente que está viviendo de alquiler o viviendo en sus coches, y si la hay llega demasiado tarde. Algo común es que después de una gran tormenta te ofrezcan préstamos, pero un préstamo no es lo que necesitas cuando lo pierdes todo, no te ayuda tener más deuda.

Cuando la gente ve eso, a veces puede ser movilizador: ¿cómo podemos prepararnos juntos para la próxima tormenta? ¿Qué nos gustaría haber tenido? ¿Desearíamos haber sido más hábiles para reunirnos con la gente de nuestra manzana? ¿Desearíamos haber sido más conscientes de quiénes viven a nuestro alrededor y cuáles son sus vulnerabilidades? ¿Nos gustaría haber almacenado agua? ¿Desearíamos haber tenido ciertas herramientas que nos ayudaran a hacer algunas reparaciones? ¿O hay ciertas reparaciones que deberíamos hacer ahora para fortalecer nuestras casas antes de que llegue la próxima tormenta? Es como si la gente empezara a decir: vamos a hacernos cargo. Y eso es realmente el apoyo mutuo, es la gente diciendo que en realidad las cosas ya dependen de nosotros. Así que podríamos organizarnos para tener una mejor conexión, una mejor cooperación, más habilidades para trabajar juntos, averiguar cómo tratarnos mejor, cómo preocuparnos más por los demás, no sólo en el momento de la crisis severa, sino pensar, ¿hay algo que podamos hacer para prepararnos para la siguiente crisis?

Siguiendo tu argumentación parece que es ingenuo confiar en el Estado y sus estructuras. Sin embargo hay un cierto sentido común que defiende lo contrario, que lo ingenuo o utópico es pensar que la gente se puede organizar sin contar con el sistema.
En realidad hay una pérdida de fe en el Estado que está sucediendo automáticamente porque la gente está viendo los fracasos de los gobiernos durante el covid. Esto es muy obvio en el caso de los estados, por ejemplo: no sólo los Estados Unidos hicieron un trabajo terrible en la gestión de la pandemia, muriendo muchas personas, sino que también organizamos nuestro sistema de salud para que las empresas de vacunas ganaran mucho dinero, mientras que la mayoría de la gente en el mundo no recibe la vacuna. Ahora se leen estos nuevos titulares sobre la cantidad de vacunas que se desperdician en los Estados Unidos. Así que podemos decir que con la intervención del gobierno se producen los peores resultados. La gente no recibe lo que necesita y todo se organiza para obtener beneficios.

Durante la pandemia de covid los ocho hombres más ricos del mundo se volvieron mucho más ricos, así que esta esperanza de que el gobierno nos salvará entra en contradicción con la realidad de que la crisis es sólo otra oportunidad para la extracción y la explotación. Mucha gente no cree que podamos confiar en los demás porque hay una narrativa en el capitalismo de que las personas somos naturalmente codiciosas y violentas y malas y que no deberías fiarte de nadie. Y en realidad, cuando ves las catástrofes, lo que hace la gente es ayudarse mutuamente. Cuando las cosas están muy mal, la gente se ayuda entre sí.

Tenemos que hablar de eso en nuestras comunidades. ¿Es realmente cierto que todo el mundo es codicioso, malo y violento? ¿O es verdad que la gente es naturalmente compasiva y empática y que vivimos en un sistema que quiere que compitamos unos con otros y desconfiemos los unos de los otros porque quiere mediar todas nuestras relaciones a través de su codicia? Creo que la mayoría de la gente aprende, digiere y contempla esto normalmente porque hay una crisis. Es entonces cuando mucha gente dice: “Espera un minuto, creo que el sistema es un desastre y mi mejor opción es la gente de mi comunidad”. Me gustaría que más personas tuvieran esa experiencia antes de que llegue la próxima crisis.

Hablando de ayuda y de cómo responder a las crisis, eres muy crítico con el tercer sector al que calificas como profesionalización de la justicia social.
Creo que esa profesionalización hace que la gente piense que si ese no es mi trabajo, realmente no tengo nada que hacer allí. Debería enviar una donación de vez en cuando o nada, como si el objetivo del tercer sector fuera despolitizar a la mayoría de la gente. Además, si tienes un pequeño sector profesional para la justicia social, definitivamente no puedes ganar porque si vamos a ganar, va a ser porque tenemos toneladas y toneladas y toneladas de gente organizada. ¿No es así?
 Lo único que tenemos de nuestro lado es el poder de la gente. El otro lado tiene todo el dinero y las armas. Pretenden ocuparse de la justicia social para que sólo haya siete personas en esta oficina y 20 personas en esta otra, que supuestamente vienen con las soluciones, y que tienen que convencer a las élites para implementarlas. Es una idea de justicia social muy encorsetada, como metida en una caja. No creo que esto sea culpa de la gente que trabaja en las ONG, esto no es una crítica a la gente que trabaja en estas organizaciones, yo he trabajado en muchas. Es una crítica a un sistema que profesionalizó el trabajo de justicia social, que intenta convertirlo en un trabajo de caridad, que intenta convertirlo en un trabajo político de élite. Lo que funciona es la organización de las masas y la movilización de la gente corriente para cambiar sus vidas, para transformar las condiciones en las que vivimos y para luchar contra el sistema. Lo que se pretende con la profesionalización es deshacerse de esa parte tan amenazante de la movilización de masas. Pero para el apoyo mutuo, la organización y la movilización, hace falta tiempo, un bien escaso.
A veces, cuando hablo de estas ideas, la gente dice: “No tengo suficiente tiempo o recursos para dedicarme al apoyo mutuo”. Pero si miras todos los movimientos sociales que han ocurrido en la Tierra, todos fueron protagonizados por personas que vivían en las peores condiciones, que tenían menos recursos: Por eso se pusieron en marcha. Es cierto que ahora trabajamos muchas horas, que la vivienda es muy cara, que la gente está muy aislada. Pero en última instancia, es como si no tuviéramos otra opción. Tenemos que luchar.

Mucha gente está atrapada en un ciclo de gastar mucho tiempo en el entretenimiento, porque afuera las condiciones son muy difíciles, todo es emocionalmente difícil y creemos que nos hará sentir mejor no pensarlo, pero no nos hace sentir bien. Se trata de redirigir nuestra energía lejos de los comportamientos de adormecimiento. Por otro lado, mucha gente está realmente abrumada y ocupada porque nuestras vidas son demasiado individualizadas. Si tienes hijos y tus vecinos tienen hijos, pero cada uno se encarga de los cuidados de sus propios hijos y no colectivizamos eso, pues se necesita mucho más tiempo. Tienes una cocina y necesitas cocinar tres comidas y yo tengo una cocina y tengo que cocinar tres comidas: si en lugar de eso yo cocinara algunas de las comidas para ti y tú cocinaras algunas de las comidas para mí, tendríamos menos trabajo. O si simplemente viviéramos juntos con más personas, podríamos tener menos cocinas, y menos ollas y sartenes y menos de cada cosa que se replican porque para el sistema se trata de individualizarlo todo y aislarnos.

Lo que muchos radicales han hecho a lo largo del tiempo es simplemente colectivizar todo el trabajo de cuidado y tratar de colectivizar la vida tanto como sea posible para que la gente tenga más tiempo propio. Cuando nos unimos a proyectos, a veces sucede eso orgánicamente, dices,  “Oh, dime lo que necesitas que te traiga que voy a ir allí de todos modos”. O: “Cuidaré a tus hijos para que puedas ir a esta reunión”. Nos damos cuenta de que podemos ser mucho más eficientes con nuestro tiempo si nos unimos en lugar de hacer todo por separado.

Quizás hacer cosas solo, tener tu propia cocina y encargarte de tus propias hijas te hace sentir que puedes elegir, una sensación de libertad basada en que no tienes que contar con nadie para tomar decisiones.
Pero algo que sabemos es que somos realmente interdependientes. No hay una independencia real. El trabajo asalariado hace que parezca que todos somos pequeñas unidades individuales: tenemos nuestra pequeña vivienda individual y nuestra guardería individual y nuestro plan de salud individual. Sin embargo, en realidad, todos vivimos en sistemas, como el sistema alimentario o el sistema ecológico. Estamos profundamente interconectados y no podemos vivir los unos sin los otros.

El capitalismo nos separa para que no nos demos cuenta de que todos estamos produciendo vida. Y podríamos estar produciéndola de una manera liberadora en lugar de para obtener beneficios. Hay mucho por hacer para romper con ese falso sentido de la libertad y apuntar a lo que es la libertad realmente, algo que sucede cuando estoy profundamente conectado a los demás y estamos eligiendo para empujar a la liberación, estamos aprendiendo unos de otros, nos estamos apoyando unas a otras para no estar más bajo el control de jefes o propietarios. Es un tipo diferente de libertad en contraposición a la “libertad” del puedo comprar esto y puedo ver este programa de televisión, y puedo hacer todo tipo de elecciones superficiales.

Defiendes que la acción en sí tienen un contenido pedagógico, que hacer y estar con otros puede ser más útil para combatir los discursos de odio o la discriminación, que mantenerse siempre en el campo de lo discursivo o el relato.
De eso se trata mi libro, de por qué los proyectos de apoyo mutuo, ya sea ser parte de un huerto comunitario en tu barrio que da comida para la gente, ser parte de un grupo de crianza, ser parte de un grupo que visita a los ancianos, o de un grupo que escribe cartas a personas presas, o que acompaña a personas migrantes a través de procesos legales, cualquier tipo de acción que conlleve apoyar directamente a las personas en condiciones materiales de sufrimiento, nos ayudan a alejarnos de la idea de que sólo podemos realizar acciones simbólicas, publicar cosas online, votar, enviar un cheque a una organización sin fines de lucro. Comenzamos a darnos cuenta cada vez más de que puedo trabajar con otros y puedo realmente abordar el sufrimiento humano en lugar de sólo desear que si publico algo en las redes sociales, de alguna manera eso se convertirá en que alguien que no soy yo se haga cargo de abordar este sufrimiento humano. Creo que hay una forma de recuperar el poder colaborando en la lucha por las condiciones materiales.

Quizás habría que pasar de pensar en el poder como algo que se ejerce sobre otros, a una concepción del poder como el control sobre nuestra propia vida, o el poder que tenemos con los otros.
Estamos cambiando la dinámica del poder. Así que en lugar de sentirnos como si estuviéramos principalmente bajo el control del estado y el jefe y el propietario, se trata de sentirnos como si estuviéramos produciendo las condiciones de la liberación humana y también unas condiciones básicas de vida juntos. Es como, “espera, tal vez no necesitamos que nos coordinen. Tal vez haríamos un mejor trabajo coordinando la vida sin que alguien se beneficie de nosotros”.

Pero, para que se den este tipo de dinámicas, ¿no es necesario, además de abordar la cuestión del tiempo, poder contar con un espacio? ¿Un centro social, una plaza ocupada, una acampada en un parque donde poder encontrarse con más gente?
El apoyo mutuo también incluye a gente que hace pequeños proyectos, que podrían ser diez personas coordinando un proyecto de imaginación: están imaginando cómo quieren que sean las cosas juntos. Esas personas también podrían participar en espacios más amplios como asambleas de barrio o una gran coalición de personas implicadas con la justicia hacia las personas migrantes, o las redes feministas de la ciudad. O pueden hacer cosas como el movimiento Fight for 15, u Occupy, o las revueltas de 2020, en las que se ve a la gente tomar el espacio público, la plaza pública, y manifestarse, tomar decisiones juntos en grandes grupos y cuidarse mutuamente en grandes grupos. Y también tenemos espacios para la imaginación, como la gente que hace proyectos artísticos o proyectos imaginativos en los que pensamos cómo podría ser el mundo.

Creo que todas esas expresiones son muy importantes, algunas con mucha, mucha, mucha gente y otras con grupos más pequeños en los que se trabaja y se dice: “Sí, estamos enfadados. No tenemos lo que necesitamos. ¿Cómo debería ser? Vamos a tratar de hacer esto esta semana en nuestro barrio. ¿Cúal sería la manera justa de hacerlo?” Ese tipo de imaginación es muy práctica. También es muy liberador sentir la satisfacción de hemos hecho algo, tenemos esto que aportar y las cosas son diferentes de lo que habrían sido sin nuestra acción.

¿Crees que el hecho de focalizar nuestra atención en la producción de grandes acciones y la dificultad para sostenerlas, para garantizar su reproducción, tiene que ver con la infravaloración de lo reproductivo en nuestras sociedades?
Es una pregunta muy feminista. Nunca sabemos cuándo van a ocurrir esos momentos, así que eso es parte de la razón por la que nos organizamos todo el tiempo, y cuando esos momentos suceden, si nos hemos estado organizando hay un terreno más fértil: cuanto más preparados estamos, cuanto más hemos estado trabajando para crear grupos y proyectos fuertes, más preparados estemos para recibir a nuevas personas cuando estas se entusiasmen y aparezcan en la plaza. No queremos que aparezcan un día y no vuelvan nunca más. Queremos conocerlos y decirles: por favor, únete a esto y ven a formar parte de esto. Y queremos ser muy atractivos. Así que cuanto más nos organicemos con antelación, más se convertirá esa gente en parte de la reproducción del movimiento y no se sentirá que desaparecen.

Después de muchos de esos momentos —como Occupy o el 15m— vemos que hay nuevos proyectos maravillosos. Cuando ese gran momento en la plaza termina, queda claro que se han creado muchas cosas, nuevas relaciones. Hay un montón de gente que no estaba involucrada antes y ahora está involucrada. Pasa lo mismo con las ideas: he sido parte del movimiento contra la policía y las cárceles en los EE UU durante unos 20 o 25 años. La mayoría de la gente no conoce este movimiento. Casi todo el mundo piensa que está bien tener policía.  Nunca han oído hablar de la idea de deshacerse de ella por completo. Entonces, en 2020, cuando George Floyd y Breonna Taylor fueron asesinados se da este estallido, que nunca se sabe cuándo va a suceder, pues muchas personas fueron asesinadas como ellos antes. Pero en esta ocasión, la chispa salta cuando teníamos ya estos marcos preparados — pues es lo que veníamos haciendo desde hacía tiempo— para que pudiéramos presentar estas ideas que eran muy demandadas sobre la desfinanciación de la policía, sobre lo que podríamos hacer sin policía. Creemos que así se había generado un suelo fértil, que luego permite que ese momento tenga más potencial del que habría tenido si no hubiera habido todo ese trabajo que se estaba haciendo.

¿Qué importancia tiene emocionarse junto a otras personas para alimentar estos espacios y momentos de organización? ¿Cuál es el rol de la alegría, de sentir que estás haciendo por fin algo? ¿Se puede partir de ahí para atraer a la gente hacia el apoyo mutuo?

El capitalismo nos dice que sentiremos alegría cuando tengamos el coche adecuado, cuando tengamos las vacaciones adecuadas, ese cuerpo hermoso y las joyas correctas. Y no es cierto. Todos sabemos que apesta: nunca lo consigues o cuando lo consigues, realmente no te importa, no es tan divertido. Y así vivimos con mucha pasividad, como esperando que podamos tener estas cosas y sentir. Me parece que la gente se siente muy aislada y vacía y que la mayoría realmente quiere sentir que pertenece y que está conectada, que es vista por lo que es y que aporta para ayudar en algo en lo que cree. Eso es realmente placentero, alegre. Se trata casi más de vitalidad que de alegría. Sentirse vivo o viva, y en general, toda una gama de sentimientos: ser también capaz de sentir plenamente el dolor cuando están sucediendo cosas terribles, cosas que tú misma estás viendo en tu teléfono.

Creo que la gente se merece un sentido más desarrollado de las emociones, que viene de ser parte de un grupo y no tener que estar solo ante todas estas experiencias. Y eso puede incluir la alegría y el placer y una sensación de ser cuidada. La seguridad que da pensar que hay gente que te apoya en el sentido de que perteneces a algo, crees en algo y estás actuando. Eso es mucho más satisfactorio que comprar el producto correcto en la tienda. Yo creo que en algún nivel fundamental, sabemos eso. Sabemos que la idea que el capitalismo nos da de la alegría es muy vacía y que la gente tiene una cierta desconexión con el sentido de estar vivo, de la satisfacción. Lo que ayuda es trabajar en colectivo por algo en lo que creemos, para reducir el sufrimiento.

No es que no sea duro, puede ser aburrido, te pueden tocar tareas poco emocionantes.  Pero te da la sensación de que estás haciendo algo sobre lo que te enfada o asusta en el mundo, que eres parte de ello. Se deja así atrás la pasividad: “sí, el cambio climático es aterrador, pero sólo voy a sentarme aquí y comprar por internet”: ese es un sentimiento terrible. Mientras, si soy parte de este huerto comunitario, estamos entregando algunos alimentos a nuestros vecinos que son ancianos, o pobres o estamos luchando o trabajando juntos, estamos recogiendo las zanahorias del huerto juntos. Nuestras manos están sucias. Hay ahí una especie de sentido de estar vivo, de vivacidad que mucha gente se pierde.

Qué pasa con el miedo, el miedo a tener que hacerse cargo, el miedo poniendo coto a la imaginación radical
Creo que la valentía consiste en hacer cosas aunque tengas miedo y eso es muy bonito. Es necesario contar historias concretas sobre las luchas sociales históricas y las luchas sociales que ocurren en todo el mundo. Cuando ves lo valientes que son y han sido otras personas, en el lugar en el que vives, sobre cosas que te importan, y dices: “Oh, sí, lucharon contra la policía, o se tumbaron en las vías del tren para bloquear el tren del carbón”. Cuando escuchas sobre la acción colectiva de otras personas, su valentía, su poder, eso puede ayudar realmente. También se vence al miedo cuando no estás solo. Da miedo ir a algún sitio y estar como, ¿y si pasa algo malo? ¿Qué pasa si la policía me lleva? Pero si sé que voy con un grupo de gente que cree en lo que yo creo, podemos arriesgarnos juntos. Y además, sé que me ayudarán si pueden y yo les ayudaré si puedo. Y creo que la mayor parte de esto se trata de sentir que eres parte de algo: que formas parte de una herencia de lucha, y también de un grupo concreto en este momento, que no estás solo.

Por supuesto que tendremos miedo —eso es muy humano, muy comprensible— pero vamos a luchar de todos modos.