Rendueles VS Castro Flórez ¿es posible pensar nuevas políticas culturales?

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Organiza: 
El Burro fanzine. Materialismo y cultura.
Audio de la actividad: 
09/05/2015 - 12:00
Charla

Traficantes de Sueños

El fanzine El Burro preguntó a César Rendueles qué haría si llegara a ser ministro de cultura. Partiendo del texto publicado como respuesta, el día 9 de mayo a las 12:00 Fernando Castro pondrá a prueba la solidez de las propuestas renduelinas, en un diálogo que nos gustaría que resultara riguroso y burril al mismo tiempo.

Presentarán y moderarán los editores de El Burro, Hugo Castignani filósofo y director de la Editorial Materia Oscura, especializada en el pensamiento contemporáneo. Y Jorge Diezma, pintor.

Defenderá sus propias tesis César Rendueles profesor en el Departamento de Teoría Sociológica de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Sociofobia.

Las contestará Fernando Castro Florez , Doctor en Estética por la Universidad Autónoma de Madrid, donde es profesor titular. Desde hace más de diez años desempeña su labor de crítico de arte en el ABC Cultural.

 

La sección del opinólogo: hoy con nosotros el ministro de solares, petanca y cultura, César Rendueles

Podemos gana las generales y llega al gobierno con el apoyo de IU. Te nombran Ministro de Cultura. Te encuentras ante un reto semejante al de Semprún en el 88, con la posibilidad de cambiar el modelo cultural de nuestro país. Desde El Burro te pedimos que hagas un ejercicio de ciencia ficción política y nos cuentes qué harías en ese primer mes de tu mandato como ministro

No sería ministro de cultura ni loco (si fuera de interior, me lo pensaría). Entre otras muchas cosas, porque lo haría fatal. Cuentan que cuando nombraron ministra de cultura a Esperanza Aguirre leyó en el periódico unas declaraciones del rector de una universidad pública que no le gustaron nada. Inmediatamente llamó a susayudantes para que iniciara los trámites para destituirle.Claro, tuvieron que informarle de que no tenía autoridad para despedir a un rector. Dicen que se quedó muy sorprendida. A la gente le hace mucha gracia la anécdota. A mí me da pavor. Porque si yo tuviera ese cargo estaría metiendo la pata de esa manera todo el rato. Es algo sobre lo que se habla muy poco. Mucha gente de izquierdas sigue la lógica de los dos telediarios. Me refiero a esa idea de que “esto lo arreglaba yo en dos telediarios”. Infravaloramos los obstáculos técnicos, jurídicos o humanos. Muchas iniciativas que nos pueden parecer de sentido común seguramente sean imposibles de desarrollar sin inmensos cambios legislativos o institucionales.

Creo que un ministro de cultura debería apostar por el deporte. En los últimos años, hemos padecido una inmensa burbuja cultural a la que todoshemos contribuido. Es una burbuja porque no tiene ninguna relación con las prácticas reales de la mayor parte de la gente. Y eso vale tanto para los agentes culturales más cínicamente elitistas como para los más politizados, cuyo lema podría ser “todo para el público pero sin el público y con dinero público”. Revertir esa situación es inmensamente complicado. Pero a lo mejor no es mala idea dejar de creernos tan listos y empezar por apoyar lo que ya funciona, lo que lleva funcionando veinticinco siglos.

Lo más parecido que conozco a cómo debería ser un centro cultural, un museo de arte o una sala de conciertos es la cancha cochambrosa que hay en el parque de al lado de mi casa y la biblioteca del barrio. Ambos están abarrotados siete días a la semana desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche y tienen un fuerte grado de autoorganización mediada institucionalmente. Por la pista de fútbol pasan alumnos del colegio de al lado en su clase de gimnasia, liguillas municipales, celebraciones de cumpleaños, niños pequeños que la atraviesan en bicicleta y hacen guerras de pedradas, adolescentes que alternan el futbol con el botellón, cuarentones aficionados al baloncesto… Y lo mismo ocurre en la biblioteca. A las nueve de la mañana de cualquier sábado hay una cola que da la vuelta a la manzana. Está lleno de estudiantes que empollan y aprovechan los descansos para ligar, pero también de niños que van a cuentacuentos organizado por algunos padres, de jubilados, de aficionados a la poesía que acuden a los recitales, de personas sin recursos que van allá a leer el periódico en un lugar caliente y consultar internet…

La política cultural hegemónica ha consistido en crear carísimos cubos vacíos de marca arquitectónica y pretender que alrededor iban a crecer las prácticas artísticas como si fueran champiñones. Es básicamente el mismo razonamiento que llevó a construir aeropuertos internacionales fantasma y megapuertos sin barco, solo que adornado con un discurso cultureta mucho más irritante. El otro día, alguien me preguntó qué se podía hacer con el Conde Duque de Madrid, un sitio tan desolado que da miedo. Yo sugerí que se podía probar a instalar unas canchas de baloncesto, un rocódromo y una piscina en sus inmensos patios. El centro cultural está en un barrio gentrificado donde sobran galerías de arte y boutiques pero no hay ni una sola piscina pública. Por lo que he podido ver, el MACBA es básicamente una pista de patinaje increíblemente cara. ¿Y si intentamos hacerlo a revés? Construimos una pista de patinaje barata y luego intentamos que los que pasanpor allí se interesenpor el arte contemporáneo.

En el desierto social en el que nos movemos, no quedan muchos espacios donde sobreviva la cooperación y el apoyo mutuo en el ámbito cultural. Deberíamos cuidarlos y usarlos como esquejes de una política cultural ambiciosa y amigable al mismo tiempo. Tal vez no sea mala idea trasladar la centralidad que hemos dado a los edificios absurdos de Gehry o Foster a polideportivos, parques infantiles, AMPAS y bibliotecas. A ves si conseguimos que a su alrededor germinen locales de ensayo, y talleres de arte, y hacklabs,y grupos de estudio, y compañías de teatro de vanguardia, y proyectos de edición…

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