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Frente a la crisis que atravesamos debemos tomar distancia, recolocar este momento en el marco mayor de las grandes mutaciones que ya conocimos, distinguir el ciclo que se acaba y el nuevo orden que se abre. En este período crítico, donde los desafíos son cruciales y lo peor es posible, conservemos en nuestro espíritu esta certidumbre: lo improbable siempre puede producirse.
Aunque todo contribuye a la catástrofe, la complejidad de lo real puede dar nacimiento a situaciones inesperadas. Estemos listos a recibir lo improbable, estemos atentos para usar positivamente esta crisis, veamos en ella una oportunidad de una nueva relación con el poder democrático, con la riqueza monetaria y, finalmente, con el sentido.