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En todo el mundo diferentes movimientos se oponen a la apropiación por parte de una pequeña oligarquía de los recursos naturales, los espacios y servicios públicos, los conocimientos y las redes de comunicación. Todas estas luchas plantean una misma exigencia, se basan en un mismo principio: lo común.
Los autores muestran por qué este principio se impone hoy día como el término central de la alternativa política para el siglo XXI: anuda la lucha anticapitalista y la ecología política mediante su reivindicación de los ?comunes? contra las nuevas formas de apropiación privada y estatal. Ade-más, articula las luchas prácticas con las investigaciones sobre el gobierno colectivo de los recursos naturales o de la información y desig-na formas democráticas nuevas que aspiran a tomar el relevo de la representación política y del monopolio de los partidos.
Esta emergencia de lo común en la acción reclama un trabajo de clarificación en el pensamiento. El sentido actual de lo común se distingue de los nume-rosos usos que se ha dado a esta noción, ya sean filosóficos, jurídicos o teo-lógicos: bien supremo de la ciudad, universalidad de esencia, propiedad in-herente a ciertas cosas, incluso alguna vez el fin perseguido por la creación divina.
Pero hay otro hilo que vincula lo común, no a la esencia de los hombres o a la naturaleza de las cosas, sino a la actividad de los hombres mismos: sólo una práctica de puesta en conjunto puede decidir qué es ?común?, reser-var ciertas cosas al uso común, producir determinadas reglas capa-ces de obligar a los hombres. En este sentido, lo común reclama una nueva institución de la sociedad por ella misma: una revolución.