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Después de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el islam se ha cargado en Occidente de toda suerte de negatividades. Para muchosos politólogos ha pasado a ser un mundo aparte, homogéneo, y no modernizable, salvo en las tecnologías más agresivas. Muy pronto han desaparecido las peculiaridades centroasiáticas, las magrebíes o las negroafricanas, para emerger como un espacio recorrido por dictaduras y movimientos integristas. Esta percepción, que como dijo Edward Said no tiene nada de nueva, incrementa los miedos occidentales y fortifica una simplificación del mundo globalizado, donde el islam ejemplifica el lado equivocado u oscuro. Y súbitamente, ciertos analistas descubren que hay islam al sur del Sahara, y centran su atención en los «árabes» del Darfur, los lapidadores de North Nigeria y los «al-qaedianos» de la torturada Somalia. Incluso Estados Unidos crea un comando especial para el desierto del Sahara, ya que en breves años los tuareg adquieren perfiles siniestros de integrismo terrorista. Pero si el lector se adentra en esta obra, redactada por especialistas europeos y africanos en el islam cotidiano de los países del África negra, descubrirá un mundo donde las preocupaciones, la historia y las ambiciones de futuro tienen poco que ver con los estereotipos y temores del Occidente globalizador.