Pocas personas tienen tan claro que sólo existe para ellas una única opción de vida posible. Arianna Squilloni pertenece a ese selecto grupo, quizás porque está convencida de que, aunque no presuma de artista, su actividad empresarial le permite crear arte; ante eso, poco espacio queda para la duda sobre cómo habitar en este mundo.
Pero su intención está muy lejos de pretender asir la belleza de manera exclusiva, ella quiere multiplicarla y distribuirla?. L?a mejor forma que se le ha ocurrido para conseguirlo es a través de la producción de libros, en su caso ilustrados y pensados para niños, para más señas.
El centenar de páginas de este libro recogen la visión de una persona comprometida con su oficio, que cuenta lo que piensa de la vida y de su trabajo, dejando claro lo que quiere y lo que no quiere. Suelo hablar de lo que más me importa a través de historias, dice Arianna Squilloni en la presentación, de ahí que, desde el punto de vista formal, haya escogido el relato autobiográfico para retrotraerse a su infancia cuyos veranos olían a mar.
Con una playa de rocas, conchas y caracolas venidas de muy lejos, la complicidad de un compañero de batallas y disquisiciones ?y, por supuesto, con la sombra de John Silver al fondo?, Arianna construye su particular isla del tesoro. El avezado lector sabrá ver la conexión existente entre todo ello y las respuestas que la autora va dando a cuestiones que considera vitales para dar sentido a su existencia. Hasta ahora sólo las orejas de mar y las personas que la conocen han sabido de su costumbre de emprender cualquier iniciativa sin calentamiento previo.
