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Drogodependencias, aislamiento social, racismo, luchas por herencias, personas sin hogar y, sobre todo, soledad. Todo tiene cabida en este diario ficcionado de un trabajador social que ansía poner orden en el caos de su profesión. Con más de veinticinco años de experiencia a sus espaldas, Gerard Vilardaga ilustra un paisaje fragmentado y repleto de desigualdades en un trabajo llevado a cabo desde el lodo y en la más absoluta precariedad, y apunta a las miserias de un sistema que requiere sus servicios con un afán puramente paliativo. Y entre las puñaladas traperas y los duelos amontonados, como si la eterna quimera de intentar cambiar el mundo no fuera suficiente, llega, esplendorosa, la paternidad. Con la mirada centrada en los individuos de los márgenes y con un gran dominio del arte de la picardía, Gerard Vilardaga esboza en esta obra todo un retrato de la dimensión humana.