Ginster advierte las expresiones de entusiasmo de la "marea humana" ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, y su sentimiento es de absoluta alienación. Alejado de toda voluntad empedernida de ascenso económico y reconocimiento social, es la imagen prototípica del paria o el outsider. Escéptico ante los valores presuntamente eternos de lo verdadero, lo bueno y lo bello, Ginster quiere, con su ironía, convertirse en un pacífico aguafiestas. El proceder de Ginster consiste en arrebatar máscaras y en destrozar fachadas. De esto toma conciencia a partir del encuentro con una prostituta y la contemplación del ruinoso escenario del puerto. Junto a ella sintió "lo que no había experimentado durante toda la guerra: que debo morir, que estoy solo"; y esta misma vivencia reaparece al recorrer la zona portuario de Marsella y ver que ella representa para él lo más próximo a un hogar.