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El Ursus spelacus, un corpulento y peludo bicharraco que alcanzaba fácilmente los 3 metros de altura y los 400 kilos de peso, acostumbraba, supuestamente,a pernoctar y a buscar cobijo en las variadas y acogedoras instalaciones que ofrecía lared cavernaria europea de hace unos 250.000 años. Hoy en día, sin embargo, sabemos a ciencia cierta que, en al intimidad de sus grutas, los osos cavernarios, aparte y más allá de dormir y reposar, se entregaban apasionadamente a otros menesteres bastante más moviditos. El espeleólogo francés Norbert Casteret, tras haber explorado la cueva pirenaica de Pene-Blanque, nos da buena cuenta de ello:
"Se han conseguido en el suelo de barro huellas muy claras que nos permiten evocar una de las más singulares escenas de la vida del oso de las cavernas. Los animales, aprovechando la construcción natural del terreno, jugaban al tobogán e iban a parar al final a un charco de agua fangosa. Algunas de las huellas están tan bien conservadas, que hasta nos muestran las marcas de su piel en el barro blando... En un rincon distrajo un oso sus ocios bailando horas seguidas sobre el mismo lugar, como testimonian las huellas de sus pisadas sobre el suelo de barro confundidas y superpuestas".