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Son muchos y muy variados los problemas planteados en los debates historiográficos de los 90, que van desde cuestiones ontológicas a otras más técnicas (El lugar del lenguaje "como estructura de significación" en la percepción de la realidad parece ser uno de los nudos que más preocupa a la historiografia). El estatuto de la disciplina, la relación entre saber y poder, entre texto y contexto, la intencionalidad del autor como fuente de sentido, la representación de lo histórico y su "estetización", la desestabitización de conceptos clave como clase e identidad, las nuevas nociones de sujeto y/o la distancia entre lo verdadero y lo justo.
A mi juicio los historiadores poco afectos a las nuevas historias padecen un proceso de disociación entre el decir y el hacer. Si bien es cierto que en sus declaraciones niegan su adscripción al "crudo positivismo decimonónico", en las prácticas no actúan en consecuencia. De la misma manera que los postmodern scholars tienden, a veces, a negar la validez de sus posiciones "relativistas, anti-representacionistas" mediante afirmaciones tajantes, polarizadas y reduccionistas. Creo que unos y otros se mueven, aún, dentro de la lógica moderna de las oposiciones binarias de la que hablaba Derrida. Más aún, considero que el enrocamiento de la polémica, las más de las veces, reproduce ciertos modos y maneras de las tradiciones académicas dentro de las que tiene lugar, y que están teñidas también por posiciones de género, poder y jerarquía.
Este libro no es un estado de la cuestión sobre el llamado debate posmoderno, no es un ejercicio de erudición sobre las polémicas historiográficas que han tenido lugar en el mundo anglosajón. ¿Qué es entonces? ¿cómo definirlo? Es un manifiesto, un legado, un itinerario. Simplemente un recorrido por los textos del debate, una experiencia de lectura.