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La idea de que la mente humana es como un espejo que refleja la realidad ha inspirado el pensamiento filosófico desde los griegos. Descartes, Kant y los actuales filósofos analíticos han hecho consistir la tarea del filósofo en limpiar y pulir el espejo de la mente o del lenguaje, para poder establecer así el marco de referencia de todo conocimiento. Rorty sostiene, sin embargo, que los tres más grandes y más revolucionarios pensadores de nuestro siglo:Wittgenstein, Heidegger y Dewey, han sabido criticar- desde sus respectivos puntos de vista, epistemológico, histórico y social- la validez de la metáfora del espejo. El desarrollo de estas críticas revela que la filosofía analítica se halla en un callejón sin salida. Desde ahora, la filosofía deberá de renunciar a su aspiración de presidir el infalible tribunal de la razón pura y contentarse, como ha sugerido Habermas comentando este libro, con el más pragmático y modesto oficio de guardapuestos del saber.