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Está la luz. Donde la luz proyecte su camino recto todo sonido aguarda. Está el descenso súbito. La máscara y su silencio oscuro. Están las voces comunales y el sujeto que traza un círculo alrededor, una esfera, un lenguaje que lo contenga. El sujeto y la luz que en su boca nace. Las cuerdas tensas dibujan un cuadrilátero que se deshace como duna observándonos. Es para el combate con quien camina y viene, aturdido tras el asalto que se llevó su sombra o sus palabras. Voluntad y entrega, querencia y azar de quien confundió designios, de quien vuelve y habla, sujeto a su voz o a la del otro. El texto percutivo de Antón Lopo consigue experimentar la crisis y la revelación por medio del fascinio. Es poesía háptica, hecha con el poder de las voces y con los interrogantes del exilio, de la precariedad, de la vulnerabilidad, de la pasión que se asoma para golpearnos. (Cecilia Carballido)