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Las personas realmente desaparecen cuando desaparecen de nuestra memoria. No es el caso de Ladislao Martínez.
Contaba una alumna suya que lo primero que decía al entrar en clase era: "subid las persianaa y apagad la luz". Era un ritual uy concreto y necesario, la pequeña-gran enseñanza diaria. Así les invitaba a ahorrar energía, a basarse en lo natural -la luz-, a una actitud ante la vida de decrecimiento y belleza. Pocas cosas pueden ser tan bellas como lo cielos, las formas de los árboles o las casas bañadas por el sol de la mañana. Era una métafora sobre cómo abrirse al conocimiento: sin prejuicios y poniendo el foco luminoso de la ciencia, el pensaminento y la razón sobre aquello que queremos comprender. Así era Ladis, siempre invitandonos a poner un poco más de claridad en nuestras vidas.