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Nuestra cultura ha tenido y tiene una inequívoca relación negativa con el conflicto. Esta lectura negativa condiciona en buena medida el proceso educativo. Sin embargo, el conflicto forma parte de la vida y afecta a todos los ámbitos de nuestra existencia.
Por tanto, no podemos pretender que la educación transcurra sin conflictos, ni que los mismos vayan a resultar necesariamente negativos. Por consiguiente, bueno será que nos ocupemos de su significado, de las causas que lo provocan, de los elementos que lo conforman, de las estrategias más adecuadas para una resolución positiva. En definitiva, para comprender las diferentes posibilidades educativas que se nos presentan.
Concretamente, en el plano didáctico, se aborda el conflicto en cuatro planos complementarios básicos:
a) Como forma de sensibilización ante determinadas situaciones.
b) Como mecanismo evaluador de la marcha del grupo, colectivo o institución,
c) Como recurso para la profundización democrática.
d) Como objetivo educativo en sí mismo, en el sentido de desarrollar nuestras competencias para afrontarlo de forma positiva.