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Sea que se trate de la educaci?n, de la salud, de la seguridad ciudadana, del "combate a la pobreza", de una crisis econ?mica, de una cat?strofe natural o de cualquier otro asunto sustantivo, el referente obligado es el Estado. El distingo entre buenos y malos gobiernos suele hacerse, tambi?n, seg?n sea su gesti?n del Estado. Qu? y cu?nto Estado se requieren o se est? dispuesto a admitir, es el eje que separa a izquierdas y derecha. Para bien o para mal, nuestra cultura es Estado-c?ntrica; y no deja de ser sorprendente que la ofensiva medi?tico-comunicacional que pregona la desregulaci?n y las bondades del libre mercado no haya hecho mella en una mayor?a que contin?a manifest?ndose a favor de que el Estado asuma mayor compromiso en diferentes ?reas de la sociedad. Por lo tanto, no es extra?o que la historia se haya escrito y entendido a menudo como historia del gobierno del Estado. La otra cara de este protagonismo, sin embargo, es el raquitismo de la sociedad y su dependencia del sistema pol?tico.
El autor plantea aqu? la cuesti?n del Estado en su m?s amplio espectro de significados, sin escamotear la concepci?n de la pol?tica implicada en la relaci?n del Estado con la naci?n.