Para envío
En 1938 Enesida García Suárez tenía once años. Vivía con su familia en el valle de Tiraña, Llaviana. La guerra ya estaba perdida para las mujeres y los hombres que habitaban el valle, pero aún no había terminado.
Todo transcurrió así: cuando tanto cacareaban «se acabó la guerra, se acabó la guerra», yo también lo creía así, porque estábamos hartos de pasar calamidades y privaciones; en una palabra, muertos de hambre; resulta que la guerra, o aún peor que la guerra, para nosotros empezó aquí, se irá comprobando según mi relato.
[?] Hablo así porque llevo una herida muy grande en mi propia carne. Me mataron a mis padres y una hermana, y sólo por el delito que suponían, que nunca lo llegaron a comprobar: que mis padres daban de comer a sus hermanos que estaban escondidos. Esto lo escribo después de 40 años y no recuerdo bien todos los detalles, pero sí lo suficiente para dejar claro lo que fue esa camarilla de asesinos y ladrones franquistas.
Dicen quienes la conocieron que Enesida García Suárez, a pesar del terror impuesto, mantuvo el hilo de la memoria a través de cuentos e historias que compartía siempre que había oportunidad. Nesida necesitó que pasara más tiempo ?casi cuarenta años? para escribir en su cuaderno Mi infancia en el franquismo, relato poderoso que narra cómo la brutal represión franquista cayó sobre su familia y sobre otros vecinos y vecinas de Tiraña.