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No sin acierto destacaba el profesor Ján Stevcek, en su Historia de la novela eslovaca, el espíritu carnavalesco -en el sentido dado al carnaval por Mijaíl Bajtín, esto es, como un fenómeno propio de la cultura popular festiva, que, a través de la risa liberadora, subvierte los valores morales establecidos y coloca en primer término las funciones fisiológicas: comida, bebida, evacuación, sexo- que vertebra La abeja milenaria (1979) de Peter Jaros, una fantástica saga familiar, ambientada en la región eslovaca de Liptov, al pie de los montes Tatras, en los Cárpatos occidentales, cuya acción arranca en las postrimerías del siglo XIX y abarca tres generaciones de campesinos, jornaleros y albañiles itinerantes, los Pichanda, que, en su errático éxodo laboral y personal por entre las difusas fronteras de la Europa Central, comparten venturas y desventuras con cuadrillas de amigos y convecinos. Todo, hasta la abrupta cesura que supone el estallido de la Gran Guerra, la desintegración del Imperio austrohúngaro y la consiguiente creación del Estado checoslovaco, ansiado desenlace para sus protagonistas. Considerada uno de los principales hitos de la moderna literatura eslovaca, Claudio Magris la refiere en su Danubio como un ejemplo paradigmático de aquella teoría que entiende la historia de los mal llamados «pueblos sin historia» como esencialmente la de su clase trabajadora.
Múltiples veces traducida, en 1983 fue adaptada al cine en un exitoso y multipremiado largometraje de título homónimo, dirigido por Juraj Jakubisko y con guion del propio Jaro?, cuyo cartel utilizamos de imagen de cubiertas para esta edición, primera en español y última de nuestra trayectoria editorial, a la que damos cierre haciendo nuestras las palabras de Samo Pichanda:
«¡Somos como abejas! ¡Abejas milenarias, trabajadoras!».