Artículo de Carlos Prieto publicado en El Confidencial.
Cui bono, cui prodest, ¿quién se beneficia? Pregunta clásica de la historia de los análisis políticos. Se trata de una herramienta analítica útil, pero puede degenerar en parodia si se abusa de ella. Ejemplo: explicar así todo lo sucedido en España entre el 11-M y el 14-M del 2004 (atentados, tergiversación gubernamental, protesta ciudadana y vuelco electoral). Creer que responder a la cuestión "¿quién se benefició?" aclararía de golpe esta compleja serie de eventos políticos lleva inevitablemente al absurdo: el PSOE se benefició (ganó las elecciones), luego Rubalcaba montó los atentados (o ETA o la masonería, como ustedes prefieran). O el sinsentido de la teoría de la conspiración.
Afirmar que Rubalcaba movió los hilos del atentado es un disparate, en efecto, pero quizás no sea menos conspiratorio decir que el PSOE estuvo detrás de la protesta ciudadana (el célebre Pásalo) que transcurrió durante la jornada de reflexión, inauguró la era de las manifestaciones convocadas vía internet/teléfonos móviles y sirvió para calentar el voto de las elecciones generales del día siguiente.
Y lo es porque la fuerza del Pásalo tuvo que ver precisamente con su carácter espontáneo e inesperado, que desbordó la capacidad del Gobierno y de la policía para atajarlo.
El PSOE, en efecto, acabó ganando las elecciones. Pero la conclusión del evento quedaría incompleta si no nos preguntáramos también por sus inicios: ¿quién abrió la caja de los truenos del cabreo ciudadano con su política informativa sobre el atentado?
No obstante, el problema de fondo quizás sea tratar de explicar el Pásalo siguiendo la lógica PP versus PSOE. Porque puede que el Pásalo tenga algo de origen remoto de un malestar contra los partidos políticos que acabó por explosionar años después en el 15-M. Sólo así se explicaría que algunos fragmentos de la noche del 13/14-M sean tan parecidos a los que se escribirían luego en mayo de 2011. De la Puerta del Sol a la Puerta del Sol al grito de "lo llaman democracia y no lo es". El 14-M como posible víspera del 15-M.
Diez años después del trágico atentado, recuperamos la historia oral de la protesta ciudadana más conflictiva de la historia de la democracia. Una selección de correos electrónicos, SMS y entradas de bitácoras escritas en caliente entre la tarde del 13-M y la madrugada del 14-M. Sacados de un ensayo (¡Pásalo!) publicado por la editorial Traficantes de Sueños en mayo de 2004.
Historia oral de una protesta
"¿Aznar de rositas? ¿Le llaman jornada de reflexión y Urdaci trabaja? Hoy 13M, a las 18h. sede PP C/Génova, 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!".
"Se está convocando una cacerolada para hoy (sábado 13 de marzo) por la noche a las 22h. Contra el terrorismo, contra la guerra, por la libertad. Se ruega la mayor difusión posible, gracias".
"PÁSALO. Así terminaba el mensaje que recibí. Así comenzaba algo que con el paso de las horas iba difundiéndose minuto a minuto. Por cada mensaje que la gente recibía, se enviaban diez, quince, veinte mensajes más. Hubo gente que recibía hasta diez mensajes de grupos de gente diferente: familia, trabajo, lugar de estudios, gente del colegio, del barrio... A las seis de la tarde un despliegue policial protegía la sede del partido y sus efectivos pedían la documentación a todo manifestante que llegaba. Media hora después, sin embargo, la concurrencia de tantos madrileños sobrepasó la capacidad policial y una hora más tarde la calle Génova era un hervidero de gente gritando de rabia y pidiendo explicaciones al Gobierno..."
"Cuando Rajoy declaró a los medios que la concentración era ilegal e ilegítima, y acusó a sectores del PSOE de haberla organizado, la multitud rugió y contestó: "Nos han convocado los asesinados". En Génova pasaban las horas y los ánimos se iban encendiendo cada vez más. Seguía llegando gente, y no se veían banderas de partidos políticos ni sindicatos. Sólo pancartas improvisadas con cartones y bolígrafos. El jefe de antidisturbios confesaba a un reportero de la SER que no podían disolver la concentración por la fuerza porque éramos ya más de 5.000 personas y no era cuestión de cargar contra la muchedumbre, donde había ancianos y niños... Las nueve de la noche y nadie se movía de ahí, pese al frío. Nos llegó una nota que circulaba en manos de todo el mundo: 'A las doce en Sol. Pásalo...'"
"Yo me voy a Lavapiés para cenar un poco y ponerme algo de abrigo porque ya no siento las manos del frío. La plaza está vacía, y al llegar a la calle Cabeza nos encontramos con una chica joven que, en la puerta de su casa, aporrea una cacerola con la cabeza alta y el semblante grave. Tímidamente salen a los balcones vecinos que salen a aporrear cacerolas. Primero es un suave tintineo, después comienza un zumbido ensordecedor que se expande por todo el barrio. Bajamos a la plaza, que comienza a llenarse de gente que aporrea sus cacerolas, sartenes e instrumentos con fuerza. Aparece una cámara de televisión alemana, mientras la plaza y las calles están llenas de gente protestando sin palabras, y en un momento precioso hasta parece que seguimos todos el mismo ritmo. Un ritmo fúnebre y contundente, seco, duro, lleno de rabia y solemnidad. Y marchamos todos hacia Sol, donde ni siquiera podemos entrar porque Madrid está en la calle..."
"Sin saber muy bien cómo, la columna se apropió del Paseo del Prado, y de allí –ya estaba claro– al Congreso. Poco después llegaría a Gran Vía y aquello fue maravilloso: Gran Vía, sábado a la noche, media calle copada y en la otra media los coches acompañando con la bocina, gente bajándose, saludando. Ni media mala onda. Y cuando pensábamos que la cosa terminaría en la Plaza de España, apuntamos para el barrio de Chueca, derechito por Hortaleza, llegando a la glorieta de Alonso Martínez, de allí a la derecha –¿cómo no?– y otra vez frente a la sede del PP. Las ruinas circulares... No sé qué va a pasar mañana en las elecciones, pero sé lo que pasó hoy en esta ciudad. Si sé las caras de asombro y las emociones que atravesaban el cuerpo de mi gente".
"Las cámaras, los micrófonos, y las luces desaparecen; solo quedan los reporteros alemanes que trabajan a destajo, y nosotros gritando, y todas las calles que desembocan en Sol colapsadas. No hay banderas, no hay partidos, no hay magnetófonos, no hay organizadores, no hay órdenes. La multitud avanza espontáneamente hacia Atocha y la policía se retira discretamente. La calle es nuestra y caminamos por donde queremos, cortando el tráfico. Nadie rompe cristales, nadie destroza el mobiliario urbano, Madrid avanza cívicamente y Ansuategui [delegado del Gobierno en Madrid] ordena invisibilidad. La policía apaga las sirenas".
"Vengo de eso, a estas horas, y ha sido hermoso, estremecedor... miles de pancartas y carteles y pegatinas autoconfeccionadas, velas en las esquinas, como pequeños altares por los caídos, acompañadas de denuncias por esta guerra terrible, lemas, cánticos –'lo llaman democracia y no lo es', 'nosotros dijimos no a la guerra', 'nuestros muertos, vuestra guerra'– y como hoy era el día de reflexión que precede a las elecciones –'nuestra acción es vuestra reflexión'–, el tráfico cortado, todo el centro de Madrid colapsado y los conductores bajando de los coches, a abrazar a los manifestantes, a hacer sonar sus propias cacerolas, y esas sonrisas, esas sonrisas en las caras, que lo llenaban todo... Luego se ha inaugurado un ritual, curioso: cada tanto, todo el mundo se sentaba y nos hacíamos callar unos a otros, hasta que reinaba el silencio total, durante un minuto, un minuto de silencio que, con la ciudad paralizada, y todas esas miles de personas allí reunidas, sentadas en el suelo, se volvía realmente estremecedor..."
"Sin duda, ha sido el chisporrotazo que encendió la presencia desafiante de la gente en la calle el que ha cortocircuitado al Partido Popular. De alguna manera, las cacerolas han vuelto a derribar a un gobierno. Eso es lo que a partir de ahora se intentará ocultar en los medios de comunicación y los circunloquios de los gobernantes: la gente no ha votado al PSOE, sino contra el Partido Popular. Es un voto puramente negativo".