Silvia Federici habla de su visita a A Coruña para inaugurar la Escola de Empoderamento Feminino pero también del Aula Castelao de Filosofía, que la invitó a dar una charla en Pontevedra. Nació en Parma, en 1942, es activista feminista, habla de lo común, de su visión del capitalismo, del empoderamiento de la mujer, pero también de la construcción de una sociedad más justa.
¿Se pueden entender la nueva política, lo común y los espacios de confluencia sin mujeres?
Sea en el pasado o en el presente, las mujeres han estado particularmente interesadas en defender y compartir los recursos naturales y en la cooperación del trabajo de reproducción. Hay que mirar lo común desde el punto de vista de las mujeres en el mundo, aunque tengan diferencias en su trayectoria cultural, económica y política.
Las movilizaciones del 8 de marzo, ¿cambiarán algo en favor de la igualdad o son medidas que solo aportan visibilidad?
Como muchísimas mujeres, yo también me he entusiasmado mirando a tantas mujeres jóvenes en la calle y creo que significa algo. Es una cosa nueva que he visto crecer en España estos años. Espero que paremos de pedir igualdad porque no es el camino. ¿Igualdad con quién? Es como pensar que los hombres son libres, que no se les explota y no es cierto. Yo creo que el camino de la paridad es bueno, que los salarios entre hombres y mujeres sean iguales, pero tenemos que formular un proyecto más amplio, un programa que se proponga reestructurar el proceso de reproducción de la vida y que se proponga luchar contra las divisiones sociales, contra las jerarquías que, desde hace muchos años, la sociedad capitalista nos impone. Nos dividen como ciudadanos, migrantes, mujeres, hombres, poblaciones racializadas... Creo en abrir un proceso que mire a la reapropiación de la riqueza social.
En cuanto a la reproducción de la vida, ¿qué opina de la gestación subrogada que ha sido defendida, en algunos casos, por sectores progresistas?
La mujer debe rechazar eso. Se trata de venta de niños, de bebés. No quiero condenar a las mujeres que lo hagan por necesidad económica y porque no ven alternativa, pero no se puede apoyar, porque eso significaría que se puede crear una industria clínica a la que las mujeres acudan solamente para ser inseminadas sabiendo que van a dejar a estos hijos en manos de personas que no conocen a cambio de dinero. Es un chantaje porque se dice que eso da la posibilidad de ser padres a parejas homosexuales... La paternidad no se puede conseguir a cualquier precio.
Hay generaciones de mujeres que, pasados los treinta años, ven que se han creído una mentira, que les habían dicho que si estudiaban, si trabajaban y eran las mejores vivirían mejor que generaciones anteriores y, en muchos casos, eso no se cumple, ¿la pelea por la igualdad fue un engaño?
Bueno, las mujeres entraron en el trabajo asalariado en el momento en el que se estaba reestructurando. Está claro que las Naciones Unidas, los gobiernos e instituciones abrieron la puerta del trabajo asalariado a las mujeres porque ellas se presentaban como una alternativa muy barata. La entrada de la mujer en el trabajo asalariado lo que consiguió, a finales de los sesenta y principios de los setenta, fue reactivar una máquina capitalista y un proceso de acumulación que estaba en crisis por la lucha anticolonial, por la de los obreros, la de los estudiantes... Era un mundo en revuelta, entonces las instituciones fueron capaces de usar la búsqueda de autonomía de las mujeres para crear una población de trabajadoras muy barata. Las mujeres entran en los empleos masculinos en el momento en el que esos trabajos asalariados están perdiendo todos sus beneficios, en el momento de la precarización del trabajo, del cierre de la industria, de los recortes de salarios, la pérdida de las pensiones, de las vacaciones... Por eso es que no se han conseguido los beneficios que muchas veces las luchas feministas nos habían prometido, como que la paridad con los hombres significaba conseguir la autonomía. Hoy, las mujeres no la han conseguido. En Estados Unidos, una parte de las mujeres sí que han mejorado su vida, las que son profesionales o las que trabajan en la universidad, pero la gran mayoría, no. Muchas tienen dos o tres trabajos y muchas están, además, endeudadas. En el momento en el que las mujeres han conseguido un trabajo asalariado, el estado neoliberal ha empezado a cortar las inversiones más importantes en servicios como los cuidados de los niños y los mayores.
Porque, después, llegan a casa y hacen el trabajo doméstico, ya que eso no ha cambiado...
Si tienes un trabajo en el que el sueldo es muy bajo y tienes hijos, tienes que pagar el cuidado de los niños y también de los mayores. Es una nueva esclavitud. Hoy en día las mujeres son menos esclavas de los hombres individuales que de los bancos. Muchas de las mujeres estadounidenses lo primero que hacen al cobrar su sueldo es ir a pedir un préstamo al banco porque no llegan a fin de mes. Viven con una constante angustia y por eso la esperanza de vida de las mujeres trabajadoras en Estados Unidos ha bajado cinco años.
Pero después pasan cosas como que gana Donald Trump las elecciones o que los partidos de derechas crecen en apoyo en Europa y, para ello, necesitan no solo los votos de los hombres blancos adinerados, también el de las mujeres que no llegan a fin de mes, ¿por qué votan así?
Hay una parte de la población de Europa y de Estados Unidos que apoya a gobiernos de derechas y otra parte que ha votado a la derecha porque un gobierno de izquierdas le ha desilusionado porque, al final, se ha revelado como neoliberal. En Estados Unidos votaron también como protesta. Se hace una política estatal que ha invertido muchísimo en crear divisiones, por ejemplo, los gobiernos de la Unión Europea y Estados Unidos han aplicado programas de austeridad muy fuertes a través de los estados que derivaron en la precarización de la vida, del trabajo. Normalmente se le echa la culpa a los migrantes de todos los problemas, de la falta de trabajo y de la falta de seguridad. Esto es un crimen, la gente que apoya y acepta esta mentira está ciega porque esto es un juego que solo da ventajas a los capitalistas y al Estado.
¿Cómo se soluciona este círculo vicioso?
Estamos enfrente de un sistema muy feo que, después de tantos años, solo es capaz de dar prosperidad a unos sectores limitados de la población y se perpetúa con un nivel de violencia increíble. Hoy el capital está conduciéndonos a una guerra permanente, un proceso de acumulación originaria con políticas extractivistas, con despojos, desplazando a millones de personas de sus casas. Es necesario hacer un proyecto a largo plazo que dé respuestas a las necesidades. Creo que las mujeres aquí tienen un papel central. Lo que hemos aprendido del movimiento feminista ha sido que una cosa central de este sistema es la desvalorización del trabajo de reproducción que es la devaluación de nuestra vida. Necesitamos un proyecto que revalorice nuestra vida, eso significa luchar, pedir y conseguir recursos al servicio de la reproducción y también reconstruir el tejido social y la solidaridad social que nos permita no solo resistir sino también avanzar hacia un nuevo tipo de sociedad no capitalista, no fundada sobre el empobrecimiento general, sobre la competencia y la guerra. Fundada sobre compartir los bienes naturales y los bienes que hemos producido y también sobre la solidaridad social.
Esa nueva sociedad, ¿se puede construir solo con el liderazgo de las mujeres o caben más?
Me gusta más hablar de movimientos que de líderes. Yo creo que ha sido muy importante para las mujeres contar con espacios autónomos en los que poder reflexionar sobre sus problemas sin interrupciones, sin ser ridiculizadas, como muchos compañeros han hecho durante años. Cuando las mujeres comenzaron a crear espacios autónomos pudieron comprender su posición social, analizar el trabajo doméstico, la sexualidad, la familia, la procreación... Todas las temáticas que los movimientos marxistas, socialistas, de izquierda masculina dominante nunca habían analizado. Esto no significa que no se puedan hacer luchas en común, pero cuando se hacen de esta manera, es muy importante que las mujeres tengan espacios autónomos para decidir a qué causa se unen y por qué. Así no nos dominan. Cuando esto se hace así significa que muchas áreas de explotación no se tocan y la vieja forma de dominación sigue y el sistema puede recuperar, continuamente, su poder.