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El Bilbao en el que vivimos actualmente, el de las luces, los museos de alto standing, el de los programas culturales por doquier, brillante, ese que vemos todos los días en las campañas de marketing institucionales (bien las campañas claras, como las disfrazadas en falsos reportajes informativos en los media), no surgió ni de la nada, ni de la noche a la mañana, ni en beneficio de su ciudadanía.
Primero degradación, reconversiones industriales que dejaron a un sector importante de la población en situación precaria; posteriormente llegan los planmes urbanísticos (...) que reconvierten viejos trenes en elegantes metros que antes de su función de transporte ya se han convertido en marca registrada, construcciones espectaculares con el Guggenheim (...) y el Euskalduna Jauregia a la cabeza; los cuales van a la par de la precarización del empleo, la subsistencia de la población, la salvaje especulación, (...) y la degradación de los diferentes movimientos sociales (...)"