Los seres humanos han involucionado. Las palabras que utilizaban para desmarcarse de nosotros los animales, perdieron poesía y abundancia. De nada les benefició tanta literatura ni tantos buenos escritores. Con la evolución y el consiguiente utilitarismo, fueron desinflándose los términos del vocabulario humano, las nomenclaturas, las metáforas, las concreciones, las abstracciones, la perspectiva. Todo quedó reducido a simples referencias, a bruscas matizaciones. Los monos, sin embargo, los monos instruidos, tuvimos que hacer un esfuerzo incólume para mantener el enorme obsequio de las palabras, su poder abarcador, su amplitud de miras.
Una palabra no es solo una palabra y no basta con ser inteligente para saberlo, hay que ser un mono recóndito. Si se reduce el complejo significado de las palabras a un mínimo común múltiplo, se comprime la Civilización en un grano de arroz, la visión del mundo queda hecha añicos y dejamos
de ser monos, especialmente monos simpáticos y
saltarines.
Siempre me quedó la sospecha de que los humanos no aceptan del todo la emoción que provoca la perplejidad. Los maestros y profesores prefieren las ideas abreviadas y concretas a las abstractas, en cambio los poetas son lo más parecido a los simios, siempre van de rama en rama, curiosos y parlanchines. Las palabras líricas pueden significar varias cosas a la vez, incluso algunas, como los adjetivos, procuran color a la vida. Pero para que esto ocurra hay que dar opción a la espontaneidad del ser. Entre más monos, más monas las palabras, son más que palabras. No todo el mundo puede distinguir el espectro semántico. Hay que tener una visión rápida y panorámica como nosotros, los monos.
Los diccionarios humanos no ayudan a clarificar el sentido paradisíaco de los significados. Construidos mayormente por académicos o escritores domesticados, no amplían la función para la que fueron encomendados. Aclaran, eso sí, pero acotan otras posibilidades. En las escuelas lían al alumno curioso, enredan al que apenas comprende y confunden al que ansía ser ilustrado. Por estos motivos propongo este Diccionario del Mono Leído. Mis palabras son mis monas palabras, sus acepciones provienen de fructíferas lecturas y de una vida arbórea, elevada. Al ser un animal incansable he podido visitar gigantescos árboles y vastas frondosidades. Mi conclusión es clara: existen profundas raíces que sustentan el tronco común de cada palabra pero luego se abre en numerosos linajes. Aplico mis descubrimientos y experiencias viajeras a la arquitectura de mis palabras: ellas son como estos árboles donde yo vivo.
No quiero ser un teórico de lo que hasta aquí he venido contando. Lo que sé lo sé por experiencia inmediata, después lo pienso sin dejar de ser mono. El excesivo intelecto lleva al academicismo y el academicismo a la inmovilidad. Hay pocos académicos monos y saltarines.
Queridos humanos, esta es la perspectiva del mono letrado. Los simios hemos pospuesto nuestra evolución para mantener a resguardo lo que ustedes han malgastado en el camino. No están todas las que son pero si son todas las que por ahora quieren estar. Estas son mis palabras, mis monas palabras. Buen día.
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DICCIONARIO DEL MONO LEÍDO
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Editorial:
Coleccion del libro:
Idioma:
Castellano
Número de páginas:
139
Fecha de publicación:
2016
Materia:
ISBN:
978-84-944069-2-8