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Hay una pregunta clave, cuya respuesta condiciona inevitablemente nuestra comprensión de la figura, la militancia y el pensamiento de Juan García Oliver. ¿Por qué y cómo el revolucionario Juan García Oliver, protagonista indiscutible de la insurrección del 19 y 20 de julio de 1936, se convirtió diez meses más tarde en el protagonista indiscutible de la orden contrarrevolucionaria de abandono de las barricadas? La pueril hipótesis de ?la traición? de los líderes no explica nada. La única respuesta válida, que hace encajar todas las piezas del puzle y, además, explica el cambio de Juan García Oliver de revolucionario en bombero, es esta: Juan García Oliver, como la inmensa mayoría de la militancia cenetista, sustituyó sus principios libertarios por la ideología de unidad antifascista, con el objetivo único de ganar la guerra al fascismo. El antifascismo fue la peor consecuencia del fascismo, porque la unidad antifascista con partidos burgueses, estalinistas o republicanos suponía la renuncia a las conquistas revolucionarias de julio de 1936 y a los principios esenciales del anarquismo en pro de la sagrada unión de todos los antifascistas, y eso suponía la renuncia a la revolución.