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El autor relata en esta obra su experiencia de preso político: entre cuatro paredes, la literatura no es un pasatiempo voluptuoso y halagador para el que escribe, como sucede en tiempos de bonanza histórica, sino que deviene acto solemne y peligroso.
«Laâbi, indesmayable luchador, viejo lobo carcelario, poeta y hombre de letras, ofrece, desde su visión personal asentada en el penar personal (reflejo y denuncia), la visión de una realidad hoy ocultada por doble vía. Por un lado, la que viene desde el exterior -Marruecos, paraíso de exotismo dictado por el turismo-; por otro, la mordaza del autoritarismo? Sin excusas, léase».
Ramón Acín, «Desde pequeñas editoriales», Heraldo de Aragón, 16/3/1995
«El autor asume ahora ?como un "trágico privilegio"? la herencia de Sherezade, la condena de sentirse obligado a relatar las más de mil y una noches de su aventura carcelaria, exponiendo las pruebas a las que fue sometido para demostrar su inocencia (tal era el significado de "ordalía" en la Edad Media) ante los "Guardianes de la Prosperidad"».
P. C., abc Literario, 21/4/1995
«"Todas las miserables minucias que permiten a la Autoridad entronizarse, suficiente y mórbida, en el seno del orden", Abdellatif Laâbi resume así su intenso y comprensible asqueamiento por toda forma de opresión. La frase-yunque da paso al exorcismo de 220 páginas que subyace en El camino de las ordalías, la novela publicada en 1982 por este escritor marroquí que pasó ocho años y medio en las cárceles del rey Hassan ii por "atentado contra la seguridad del Estado", es decir, por pensar distinto? "Cuando salí de la cárcel ?recuerda sentado en el jardín de la fundación Olivar de Castillejos-?, viví un auténtico desdoblamiento de la personalidad, era un hombre libre tan solo entre comillas? En realidad era como un recién nacido; y seguía funcionando como un prisionero, pese a estar en la calle. Necesitaba volver a ser normal, y escribir este libro me sirvió para soldar mis dos partes: el hombre libre y el carcelario"».
Fragmentos de la entrevista con Borja Hermoso, El Mundo, 6/5/1995
«Sin dejar de ser un crudo testimonio, no se describen anécdotas ni se dan a conocer fechas y datos? Por eso tampoco resulta extraño que no encontremos en ella ningún personaje en el sentido tradicional del término?, sino un sujeto lírico situado entre las costuras de una estructura rapsódica y fragmentaria».