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Mientras acompaña al aeropuerto a un ministro ingles, el consejero cantonal Kohler detiene el coche oficial frente a un restaurante, baja, atraviesa la sala llena de gente y, de un tiro, mata al profesor Winter, un aburrido humanista. Todos lo ven, caben pocas dudas acerca de quien es el asesino. Sin embargo, Isaak Kohler no sólo no huye, sino que, aquella misma noche acude a un concierto donde al fin se atreven a detenerle. Es condenado a veinte años. Pero Kohler, un hombre culto, riquísimo y maquiavelico jugador de billar, no vacila en apelar a un joven abogado en apuros para encargarle la revisión de su caso a partir de la hipótesis de que el no es culpable. De hecho, los testigos visuales se contradicen, jamás se ha encontrado la pistola y no hubo hecho confesadoá; tan sólo un asesinato sin motivo. El resultado es un inquietante laberinto de enigmas donde la lógica queda malparada, la verdad y la mentira se confunden y la justicia se asemeja peligrosamente a una farsa.