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Han pasado más de seis años desde que publiqué este libro, que desgraciadamente sigue hoy más vigente que nunca. El número de personas desplazadas por la violencia ha superado los cien millones debido a la invasión rusa de Ucrania y a otras guerras que no se oyen tanto. En esta edición he ampliado las historias que ya narré y he actualizado datos: los libros se cierran, pero las vidas siguen. El resultado es un viaje por el mundo a través de seres soñadores con el alma herida. Seres que se rebelan y dicen: "No somos refugiados". Los discursos que defienden los derechos de las personas que se mueven no han llegado al gran público. Hay muchos culpables de ese abandono ideológico. La falta de pasión intelectual y solidaria es imprescindible para entender el momento de desasosiego en el que estamos. La buena noticia es que hay muchos caminos -tantos como los que toman los protagonistas de este libro- hacia un orden más justo. Creo en la capacidad de autogestión de las personas que se ven obligadas a huir. Creo en la voluntad popular para acabar con la cultura de la muerte que se ha implantado en las fronteras.