ZAGUÁN DEL CIELO

Imagen de cubierta: ZAGUÁN DEL CIELO
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Editorial: 
Coleccion del libro: 
Idioma: 
Castellano
Número de páginas: 
83
Fecha de publicación: 
2015
Materia: 
ISBN: 
978-84-697-1644-1

Es un claro homenaje a Perú, no restringido a su visita a Cuzco, aunque predomina ese enamoramiento de la esplendorosa ciudad inca. De hecho, 'Zaguán del cielo', título del libro, que responde al nombre de un barrio de Cuzco, y la ilustración que aparece en la portada -la piedra de los doce ángulos de un palacio inca- son indicativos imprescindibles, evidentes muestras para conocer el origen que pudo haber tenido esta serie de poemas del inolvidable e irrecuperable Gontzal Díez. Pero existe una amplitud de miras y de sentimientos, una penetración, que amplía y profundiza en ese origen. Títulos como 'Mama Quilla', 'Vals criolllo', 'Tumí', 'Flor de kantu', o 'Despertar en Lima' son distintas pruebas de donde y por qué surgieron estos versos en la mente del compañero, periodista y poeta, ausente para siempre desde la fatalidad. Aún más: la evocación que aparece en el libro sobre César Vallejo y Oquendo de Amat -más que considerables y respetados poetas, quienes, peruanos de nacencia, saltaron los muros de la distancia- insiste en esta amplificación de las raíces de los poemas que conforman este libro.

Podría decirse que lo anterior es mero accidente. Es encontrarse con unos ambientes, con unas visiones epatantes, y conseguir su transformación, porque la poesía de Gontzal Díez, a juicio de sus más fieles seguidores, radica en la conversión que realiza de cualquier sensación que le motive, sin limitarse a distancias geográficas, a monumentos milenarios o a puntuales emociones. 'Zaguán del cielo' puede considerarse, por distintas razones, como un auténtico descubrimiento poético. Los poemas yacían ocultos en los entresijos de las modernas máquinas de envolver escritos, y, sobre todo, entrañan un encuentro inesperado con la belleza lírica. Permanecían silenciosos en cualquier rincón del ordenador, hasta que Inmaculada, que tanto añora a su ausente esposo, los encontró por un azar impredecible, o quién sabe si confiado. Ella fue, además, testigo muy directo de los aconteceres que inspiraron a Gontzal estos poemas, porque ambos visitaron Cuzco, Zaguán del Cielo y otros enclaves peruanos, no para la contemplación de las riquezas arqueológicas o las huellas hispanas, sino al seguro hallazgo de Sixto, el hijo que ambos recibieron con auténtico sentido y emoción de primeros padres.

En el prólogo, Amalia Iglesias Serna desentraña la citada querencia de Gontzal por César Vallejo y Oquendo de Amat -entre otras querencias peruanas-, a los que califica como «sus ídolos poéticos mayores». Y, sobre todo, describe cómo en Cuzco «encontró un momento de máxima felicidad y de plenitud vital en su hijo, y encontró también su Zaguán del Cielo, ese lugar de paso, intermedio, antesala que le aproximaba al aliento de los chubascos y quizá a los pies de los dioses».

A juicio muy personal, lo más atractivo en la poesía de Gontzal es que no ofrece misterios indisolubles, ni precisa argumentos imprescindibles, para ser saboreada con el gusto de la exquisitez. Ni es complicada en sus hechura, ni dificultosa en su entender. Surge, a veces, como juegos o un dejar hacer, y hay que leerla con libertad, sin sometimientos. Es el mejor método para entender que el poeta sea capaz de encontrar el encanto de «un dibujo de ballenas con un arco iris en las amígdalas, y un pájaro con un jueves en el pico»; también, que localice un lagarto de bronce y fiebre, o que se convierta en una imagen de cada día que «los perros de Cusco orinen oro en las esquinas sagradas». Junto a estas anómalas vivencias, puede hallarse en esta sucesión de poemas una tendencia humanística, con fuerza suficiente para intercalar esas imágenes literarias con unos síntomas personales, porque es raro el poema en el que no aparece la persona -el propio Gontzal-, y sus consecuencias, como la música, la palabra o el beso. 'Zaguán del cielo' desprende, sobre todo, un intimismo que se impone a las situaciones que el poeta vive, y a los paisajes por los que transita. Y expande una serenidad melancólica, una añoranza apresurada, que no se asemeja a la blandura de la debilidad.

Los expertos en la materia opinarán con mayor juicio y sapiencia sobre esas representaciones que convierte la naturaleza en algo tangible, sí, pero inabarcable, como el mar «que gruñe como un electrodoméstico averiado», o ese verano «que tiene rímel de manzana». Algunas de estas reflexiones le llegaron -contaba el propio Gontzal- mientras leía a Oquendo de Amat frente al Pacífico, en ese viaje terminable, pero inolvidable, que tanto dio de sí, humana y poéticamente. Es que 'Zaguan del cielo' es, como también afirma Amalia Iglesias, casi hermano gemelo de 'Cusco', el diario poético de sus días peruanos, con la esperanza puesta en la 'llegada' de Sixto.

Esos técnicos sabios a los que se ha aludido serán también quienes han de opinar sobre vanguardias y surrealismo o sobre posibles mensajes ocultos o indescifrables, que suelen asomar en no pocos autores que se consideran inmersos en la poesía moderna, actual. Pero, quizá, en este 'Zaguán del cielo', los breves poemas de Gontzal incitan no a descifrar, sino a meditar serenamente sobre el misterio del verso que lo lleva a la inmortalidad. Poemas breves, sí, en los que el añorado y peculiar Gontzal parece tenderse para contemplar las maravillas celestes o erigirse para captar la profundidad del horizonte. Es un conjunto melodioso, un recorrido perspicaz. Posiblemente, leyendo estos poemas con la apetecible serenidad, puede hallarse hasta una huella espiritual, gracias a esas figuras poéticas, que parecen excéntricas, pero que incitan a la reflexión, para descubrir con certeza sus mensajes arrebatados.