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Forster se convirtió en un personaje querido por la audiencia, no solo por tratarse de un novelista de creciente popularidad, sino porque detrás del micrófono se revelaba una versión muy distinta del escritor e intelectual de éxito. Se dirigía a sus oyentes con sencillez y cordialidad, sugiriéndoles todo tipo de lecturas, tanto de autores clásicos o consagrados como noveles o comerciales. Nada escapa a la curiosidad de Forster, cuyo acercamiento a los libros sobre los que discurre es siempre desinhibido pero juicioso, experto pero libre de erudición, atento no solo a sus valores literarios sino también a sus implicaciones morales o políticas, por lo que sus charlas, llenas de sentido común, abundan en observaciones relativas a los más variados aspectos de la vida.