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Constantemente recurrimos a una partícula gramatical aparentemente inofensiva y carente de distinción, sin sospechar que con su uso desapercibido ponemos en marcha un potente dispositivo capaz de articular por completo la significación y, con ella, el mundo. Este conector sintáctico es el «no», de un alcance solo comparable al equivalente universal del intercambio, es decir, el dinero. Si este es una mercancía como las otras, pero, al mismo tiempo, sirve para medir el valor de todas ellas; de modo similar, «no» es una palabra con un significado concreto, pero sin la cual el resto de las palabras carecería de significado.
«El Homo sapiens es el animal que puede decir ?no?: tanto al autoritarismo del dictador como a la humanidad del otro.
Un libro indispensable que ha marcado el debate filosófico, antropológico y político de los últimos veinte años.»
Marco Mazzeo











