El presente libro muestra en qué medida los planteamientos filosóficos modernos prolongan las discusiones doctrinales y teológicas de la Edad Media tardía, en la que hunden sus raíces y de la que son deudores. Al mismo tiempo, pone de manifiesto que la presunta liberación del sujeto a que aspiraría la modernidad se opera en función de la concepción teologizante de un poder absoluto, lo que exige en contrapartida una sumisión igualmente absoluta y desemboca en una teoría de la alienación política. La clave de esta estructura del pensamiento que cabe llamar moderna estriba en una concepción unívoca del ser y del lenguaje en virtud de la cual toda realidad se ve sometida a una jerarquización absoluta, frente a la concepción analógica propuesta por el aristotelismo que sostiene un régimen de reciprocidad causal donde ser y lenguaje son indisociables.