Para envío
A inicios del tercer milenio, África negra sigue sorprendiendo, tanto por su flexibilidad en incorporar propuestas modernas como por su rechazo a abandonar modelos tradicionales de pensamiento y organización. Hace veinte años, algunos antropólogos norteamericanos hablaron ya de una frontera cultural africana, escasamente visible en los mapas, pero experimentable en la cotidianidad de cualquier Estado, colonial o independiente. Las instituciones financieras internacionales y muchos gobiernos del Norte, en la década de los noventa, pensaron que las normas del Buen Gobierno introducirían definitivamente la democracia como ideología individualista y el desarrollo como secuela económica. Sin embargo, a finales del primer decenio del siglo XXI, la democracia anda lejos de romper las antiguas solidaridades y la economía de exportación no parece arruinar la llamada «informal», que opera con mentalidad de bazar.
Esta obra ofrece una visión variada y rica, desde diversos ángulos de enfoque, de esa fascinante realidad africana, tan alejada del catastrofismo al que nos acostumbra la gran prensa como de cualquier angelismo que pretenda identificar a los africanos con un inhallable «buen salvaje». Como se ha escrito, África trabaja y camina, pero sobre todo piensa y actúa con estilo propio, forjado en una larga historia en que tradición y modernidad se confrontan y se interpenetran. Ya no se trata de la aventura ambigua del universitario occidentalizado, de la que habló Kane hace cincuenta años, sino de la gran frontera ambigua de toda África ante el modelo moderno de la globalización. Un amplio y experto equipo de investigadores analiza los cambios, las continuidades y el porqué de una identidad africana que persiste en plena vorágine gobal. La frontera ambigua marcará un hito en el conocimiento de las sociedades africanas del presente.