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Los romances o pliegos de cordel recibían ese nombre porque se vendían colgados de una cuerda. Eran obras baratas y populares en las que se contaban historias fabulosas, terroríficas, sangrientas y desbocadas.
A mediados del siglo XVII empezaron a publicarse romances en los que las protagonistas eran mujeres que, por diversas razones, ocultaban su identidad vistiéndose de hombres. Surge así una extraña costelación de figuraciones en la que las damas trasvestidas se convierten en atroces bandidas, luchan por escapar de sus maridos o incluso se casan entre sí. A través de ellos se vislumbra la resistencia de las mujeres a subordinar sus vidas al destino que los poderes públicos y familiares habían fijado para ellas en un periodo en el que se generaliza el encierro femenino.