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El día 19 de noviembre de 1975 el dictador Franco agoniza y, al compás de su agonía, se van escribiendo las reglas de un juego: el de la lucha por el poder que, por su naturaleza imprevista, coloca todo acto al borde de un precipicio. A él se asoman los personajes de La caída de Madrid y se enfrentan al futuro con el grado de incertidumbre, de certeza o de frivolidad al que lo condena su pasado, en un intento de salvación (o de traición).
Juega aquí un papel primordial, como contrapunto que sostiene una estructura narrativa compleja, la dialéctica de clases sociales, a partir de la cual se narran las vidas de personajes que se entrecruzan a través de diversas tramas que crean esa ilusión de vida a que debe aspirar toda novela. Así, el peso de los estragos del tiempo y el recuerdo de la infancia del empresario don José Ricart; el miedo del comisario Maximino Arroyo cuando contempla su futuro en el de los pides, los policías portugueses, y enloquece, al mismo tiempo, por el amor de Lina; la renuncia del profesor Chacón a una España que ya no es la suya a su vuelta del exilio; las contradicciones del universitario Quini, debatiéndose entre su pertenencia a una clase social y sus devaneos ideológicos.