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Arenas movedizas es, en cierta manera, un libro de memorias, pero muy peculiar. No hay sucesión temporal y el arranque es la enfermedad actual del autor y lo que su diagnóstico desencadenó en él: recuerdos distanciados en el tiempo y no necesariamente consecutivos, que Mankell relaciona de un modo u otro con las grandes preguntas del hombre: ¿qué somos?, ¿cómo nos enfrentamos a la muerte?, ¿de qué tenemos miedo?, ¿qué mundo dejaremos en herencia?, ¿en qué creemos, y por qué? Para responder a ellas, Mankell recurre a sucesos del pasado: un día en el colegio cuando era pequeño, una visita al Museo Británico, una lectura sobre la Isla de Pascua, la verdadera naturaleza de las arenas movedizas o el poder del hielo, la muerte de un niño mozambiqueño, visitas a Salamanca, a Mantua, a Buenos Aires, a Malta y a las ruinas de Hagar Qim... Con estas incursiones en el pasado surge un retrato, desde la infancia y la adolescencia hasta la madurez, del Mankell de carne y hueso, que examina su vida y, con ella, cuestiones que afectan a toda la humanidad.