Por más páginas que acumule, nunca diré la verdad. Por más poemas que intente, no atinaré con el nombre exacto de las cosas. No soy uno de esos niños tocados por el ala de un ángel rimbaudiano, ni una de esas doncellas suicidas cuyo verso definitivo coincide con la última exhalación desesperada de la cabeza dentro del horno de gas. Sé que soy de los que buscan, no de los que logran. La espiral de mis itinerarios no desemboca en la rosa de nadie. El ferrocarril de las preguntas no halla puerto en la estación de las respuestas. El camino se prolonga, las piernas duelen y luego recobran una energía juvenil, en la venta es dulce como pan el vientre de la camarera, el olor a tierra mojada convoca el polvo que seremos, pese a la lluvia seguimos caminando? El zurrón no está vacío. El objeto enigmático que contiene no llegaré a conocerlo, pero lo depositaré en tus manos.